Días atrás, un buen amigo me impactó con un comentario: “Hay personas que están dejando de comprar carro nuevo porque calculan que para cuando terminen de pagarlo, en cinco años, no va a valer nada por culpa de los autos eléctricos. ¿Cómo ves vos este asunto?”.
Tras pensarlo un poco, le comenté que los avances en vehículos eléctricos son muy rápidos. El principal problema desde finales del siglo XIX, cuando, entre otros, Ferdinand Porsche (que luego fundó la marca con su apellido) creó su primer carro de este tipo, han sido las baterías. En los últimos 10 años se dieron los avances más importantes en este campo, aunque deben existir muchos más, pero están muy bien resguardados debido a su altísimo valor estratégico.
En el 2014, con motivo de los 90 años de la compañía BMW, tuve la oportunidad de conversar en Múnich con ingenieros de la marca bávara sobre el tema, y me insistían en que la próxima década no estaría marcada por descubrimientos revolucionarios, sino por la evolución de lo existente (baterías de iones de litio, de polímeros de litio y nuevos materiales como el grafeno, que merece un artículo aparte).
Más distancia. Toda esta explicación para llegar a que las distancias que cubren los autos eléctricos se duplican cada pocos años. En el 2014, un buen modelo, como el Nissan Leaf o el Volkswagen Golf-e, recorría poco más de 100 kilómetros por carga. Hoy hacen 250 y 300 km. Ya en varios salones de autos del mundo hay prototipos capaces de 500 km y pronto los tendremos en las calles.
Hago la salvedad de que hablo de autos cercanos a la realidad del costarricense promedio. No faltará más de un experto quien me recuerde que los Tesla son capaces de muchos más kilómetros y altísimas velocidades, pero con precios casi cuatro veces más elevados que los carros mencionados.
En Costa Rica, el problema no es la tecnología, sino ¿cómo vamos a cargar 1,3 millones de carros, camiones y buses eléctricos?
En términos prácticos, ¿alguien pensó cuánta electricidad se necesita para cargar todos esos vehículos a diario? Hoy, la infraestructura (electrolineras) es poco menos que inexistente. Aunque los tiempos de carga decrecen, casi en la misma proporción en que aumenta la densidad energética de los acumuladores, la logística, y de dónde se toma el recurso, es diferente a la de un automóvil convencional.
Estamos hablando –en el mejor de los casos– de al menos una hora en un cargador de 400 voltios, varios miles de voltios y de un muy elevado costo.
En el tomacorriente de una casa, una batería de 40 kWh, como la de los carros eléctricos actuales, tardará ocho horas en estar lista. El consumo sería similar a tener una termoducha de 5.000 vatios prendida por ese tiempo. 110 voltios no sirven. Tiene que ser, al menos, un toma de 220 V. Según la ficha técnica del fabricante BYD, la batería de su autobús eléctrico es de 324 kWh y necesita cinco horas con un cargador trifásico de 380 voltios y 60 kW.
Aumento de demanda. Un ingeniero que laboró por muchos años en el ICE me explicó que la generación hidroeléctrica del país está estructurada para que por las noches se llenen los embalses de las represas, para atender los picos de demanda del día. Si gastamos el agua por las noches cargando 1,3 millones de vehículos, ¿con qué atendemos la demanda diaria? ¿Con plantas térmicas? En ese caso, ¿cuál sería el sentido de los carros eléctricos?
Los más viejos recordarán el problema que trajo la electrificación del ferrocarril en el Atlántico en la década de 1980. El consumo que tenía este durante el día generaba problemas en el suministro de energía en el Valle Central.
¿Está el Instituto Costarricense de Electricidad, o los generadores privados, en capacidad de atender una demanda como esta en menos de cinco años? ¿Qué cambios y a qué costo habría que hacer en los centros urbanos y en los hogares para poder atender estos vehículos?
Si Costa Rica realmente quiere masificar el uso de autos eléctricos, debería estar, aquí y ahora, construyendo la infraestructura para atender un parque automotor que para dentro de un lustro superará los 1,5 millones de unidades.
Si en este preciso momento empezáramos un programa gradual de sustitución para cambiar cada año 150.000 vehículos, tardaríamos 10 años en lograr el objetivo. ¿Puede el país atender hoy la demanda de 150.000 autos eléctricos sin hacer ninguna mejora en su infraestructura eléctrica? ¿Y el año entrante? ¿Y el siguiente?
La respuesta que le di a mi amigo fue que quien compre un carro con motor de combustión interna lo disfrutará sin ningún problema por lo menos los próximos 10 años.
El autor es periodista.