La construcción del nuevo puente sobre el río Virilla, en la autopista General Cañas, catalizó la toma de conciencia de los costarricenses sobre la importancia del tren como alternativa real de transporte colectivo ante el caos en las vías que comunican los sectores norte, oeste y suroeste del Valle Central con San José.
Pese a las limitaciones con las que brinda el servicio el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer), el tren es una excelente alternativa no obstante los escasos 25 km/h de velocidad promedio, superando por mucho a buses, taxis y autos.
Su capacidad para movilizar entre 180 y 360 personas por viaje (modelos autopropulsados) es la alternativa económica más viable para satisfacer las necesidades actuales de transporte masivo en lugares como Alajuela, Río Segundo, San Joaquín de Flores, San Francisco de Heredia, Heredia centro, Santa Rosa de Santo Domingo y la parte noroeste de Tibás.
Lo mismo sucede con San Antonio de Belén, Pavas y La Sabana. Estas ventajas ya fueron descubiertas también en la parte oriental del Valle Central donde personas de Cartago, Tres Ríos, Curridabat y San Pedro se benefician del tren.
La relevancia alcanzada por el transporte ferroviario en esta crisis no debe caer en oídos sordos. Ya el presidente del Incofer, Cristián Vargas Calvo, explicó que trabajan en un fideicomiso para traer más equipo rodante.
Pero también tocará generar conciencia y cultura en los ciudadanos sobre el valor del serviciodel tren, la importancia de su uso regular todo el día, y toda la semana, y no solo como un recurso temporal y alternativo ante el caos vial de hoy.
Gran demanda. Meses atrás don Cristián me comentó, durante un seminario sobre soluciones metropolitanas en el que coincidimos, sobre la expectativa que tenía de una gran demanda del servicio cuando llegaran los trabajos en el Virilla. Su lectura fue correcta y lidia con una difícil situación para atender la altísima demanda del sector oeste.
Históricamente, el transporte colectivo en tren –a diferencia del de carga– no es rentable por sus altos costos, mas sí es fundamental para la sociedad por las externalidades positivas que genera.
El tren debe ser parte de la vida cotidiana porque miles de personas pueden movilizarse fácilmente a su destino y planificar un uso más eficiente del tiempo si se cumplen los horarios. No hay bus, taxi o auto que pueda competir con él en las horas pico.
Al dejar el carro en casa hay menos congestionamiento, se reducen las emisiones de gases y los accidentes y bajan las divisas para comprar petróleo.
No dudo que más de un empresario vea en los abarrotados vagones una excelente oportunidad de negocio. Pronto tendremos a algunos padres de la patria abogando por entregar en concesión el servicio “porque el Estado es un mal administrador”. ¿Suena conocida la frase, verdad?
Ejemplo panameño. En ninguna parte del mundo civilizado se cierra el transporte masivo ferroviario porque no es económicamente rentable. Por el contrario, cada vez son más los grandes centros urbanos que cuentan y amplían sus servicios.
Para muestra el botón más cercano, Panamá. Su primera línea de metro es un éxito total, ya se construye la segunda y la tercera está en etapa de licitación. Por cierto, el pasaje vale $0,35 (¡menos de 200 colones!).
Después de la “revelación” que hemos tenido con la “platina”, hay que apoyar los esfuerzos del Incofer por obtener nuevos y mejores equipos. Pero también debemos exigir la formalización del servicio para dejar atrás los horarios irregulares e impuntuales durante el día y los fines de semana, la ampliación de las vías en dos sentidos en todo el recorrido, la construcción de estaciones “de verdad” con servicios como tienda de conveniencia, farmacia, banco y el cobro electrónico.
Tenemos que inculcar en los ciudadanos la noción de que el tren regresó de su funesto cierre en 1995 para quedarse y para ser una parte vibrante del futuro de Costa Rica. Otro sería el panorama si no hubiéramos perdido 10 años de desarrollo ferroviario. Quizá habría nuevas rutas hacia puntos como Goicoechea, Moravia, Desamparados, Alajuelita, Escazú o Santa Ana…, muchas menos muertes habrían ocurrido en carretera y existirían menos vías deterioradas por el tráfico de tráileres.
Los costarricenses nos merecemos un tren mucho más moderno y eficiente que el actual. Mientras eso suceda, debemos apoyar, al tiempo que exigimos, que el servicio mejore en equipo rodante e infraestructura, puntualidad y extensión de rutas para cubrir desde Paraíso, en Cartago, hasta Ciruelas, en Alajuela.
El autor es periodista.