Cualquier parecido entre Costa Rica y Grecia, no es casualidad. Los griegos ocultaron por años su verdadero déficit fiscal, hasta que les explotó. Los griegos vivieron a rienda suelta con dinero de otros, hasta que la deuda les estalló. Los griegos exigieron salarios de lujo para sus empleados públicos, hasta que el Estado quebró. Los griegos optaron por jubilarse jovencitos, hasta que el sistema de pensiones no aguantó. Los griegos rieron la evasión, a tal punto que antes de la crisis uno de cuatro trabajadores admitía que no pagaba nada en impuestos...
Cualquier parecido con Costa Rica, no es casualidad. Grecia es hoy el espejo de lo que será este país si todo sigue como hasta ahora.
1. Déficit fiscal: Es grave, gravísimo, pero el mismo Gobierno lo minimizó y, ahora, sin poder político para impulsar cambios de fondo, le será imposible atajarlo.
2. Sindicatos: Los empleados públicos quieren más y más y más aumentos salariales (mayores a la inflación) y se niegan a renunciar a contener los beneficios de lujo. Con pagos de anualidades y otros incentivos, sus sueldos son entre 23% y 50% más altos que los de los trabajadores privados. El despilfarro llega al colmo de que el 99% de los burócratas ganan pago extra (anualidad) por “buen desempeño”. Por años, los gobiernos de turno han consentido ese despilfarro –¢267.000 millones este año– por populismo, para no provocar la rabia sindical. A ese populismo se suma el PAC, que, en pacto con el Frente Amplio, se opone a reducir pluses... Obvio, serán votos en las elecciones, lo único que interesa a los populistas.
3. Pensiones de lujo. Son intocables. Un país que paga hasta ¢17 millones al mes ($31.000) a sus exfuncionarios (lo que gana Obama), va directo a quebrar. ¿Interés en una solución? Ninguno, porque los mismos diputados (con excepciones) y hasta jueces y magistrados, que algún día resolverán, han hecho algo por contenerlas.
Citar el endeudamiento público, la evasión y más señas que indican cómo cojeamos igual que los griegos, sobra. Con un Gobierno débil para lograr reformas y con un Congreso fragmentado y populista, más la falta de conciencia en los ciudadanos, tenemos ya, adentro, un caballo de Troya que nos encamina hacia una tragedia griega.
Armando Mayorga es jefe de redacción en La Nación.