Costa Rica y Uruguay tienen economías similares, ya que son pequeñas y dependen de la exportación para estimular el crecimiento. Sin embargo, las estrategias de desarrollo aplicadas en estos países muestran algunas diferencias que repercuten en el desempeño macroeconómico de cada uno.
En los últimos diez años, Uruguay ha reportado una tasa de crecimiento anual de la producción un tanto superior al 6%, excepto en los años más recientes, debido a un entorno internacional poco favorable. La balanza de pagos funciona holgadamente, con $16.000 millones en reservas internacionales. La tasa de desempleo abierto (que se refiere a las personas que no obtienen ningún tipo de trabajo) ha bajado de un 13,2% a un 6,7%. En tal contexto, la pobreza se ha reducido del 32% al 12%. Se trata de indicadores muy superiores a los de Costa Rica.
Optimizando ‘el viento de cola’. El 1.° de marzo se produjo el traspaso de poderes en Uruguay. El Frente Amplio se apresta a ejercer su tercer período consecutivo, con lo que alcanzaría 15 años seguidos en el Gobierno.
La orientación estratégica de esta etapa ha sido clara: la exportación opera como la locomotora que mueve la economía, entendiendo que el centro del crecimiento es la actividad privada, en el marco de una acción estatal eficiente y con un perfil claramente redistributivo.
La oposición política ha tratado de relativizar el éxito macroeconómico y social de la última década, diciendo que se ha basado en un “viento de cola favorable”. Este símil de la aeronáutica quiere decir que, con un entorno internacional favorable, era previsible que se produjeran los buenos resultados.
El expresidente José Mujica respondió de manera contundente, en términos estratégicos: “Desde luego, ha existido viento de cola, pero lo hemos optimizado con políticas económicas y sociales apropiadas (…) Uruguay ha tenido una ‘década ganada’, integrando de manera armoniosa el desempeño macroeconómico con un conjunto de políticas inclusivas”.
Es decir, el crecimiento de la exportación, en sí mismo, no garantiza el éxito económico, como tampoco genera automáticamente la inclusión social. ¡Hay que optimizarlo!
Las claves de Uruguay. Lo básico de la exportación uruguaya son los cereales, la carne y los productos lácteos. Esa es una característica centenaria de su economía.
Los retos de finales del siglo XX e inicios del XXI han sido enfrentados mediante el fortalecimiento de las áreas en que tienen una capacidad productiva reconocida, la cual llega hasta el último rincón del país.
Si la exportación uruguaya crece, se tiene garantizado que muchas zonas geográficas del país se beneficien, porque el tipo de producción que abastece las ventas al exterior se distribuye a lo largo de diversas regiones. Es decir, se generan encadenamientos productivos. No se trata de producción de maquila que trae insumos y materias primas del exterior para realizar una última etapa de ensamblaje en el país.
Además, la política pública estimula la distribución de los “frutos del crecimiento”, lo cual genera una capacidad de compra creciente de la población. Al menos dos acciones han sido vitales en este punto. El salario real (es decir, descontado el efecto de la inflación) creció un 52% en los últimos diez años. Asimismo, el Ministerio de Desarrollo Social creó la Tarjeta Uruguay Social (TUS), que es una transferencia de dinero que llega a los pobres, masiva y eficientemente, y que tiene pocas filtraciones hacia los no pobres.
En este contexto, como la población tiene ingresos suficientes, el mercado interno aumenta armónicamente con la expansión exportadora, lo que facilita crecer al 6% anual y bajar claramente el desempleo.
Observando el caso uruguayo, nos preguntamos: ¿Hemos optimizado en Costa Rica el viento de cola? ¿Tenemos una producción exportadora que genere encadenamientos relevantes? ¿Tenemos una política social selectiva que llegue vigorosamente a los pobres con herramientas como la TUS uruguaya? ¿Podemos aspirar a crecer al 6% y bajar el desempleo con solo reducir los costos de producción?
El autor es economista.