Hay múltiples indicios para pensar que el ICE está próximo a inmolarse o a suicidarse. Con ello quiero decir que hace todo lo posible por perder la mayor clientela posible y, así, entrar en una nueva crisis financiera. Y esos indicios se manifiestan en alzas de sus tarifas, cada día mayores e injustificadas, tanto en electricidad como en telecomunicaciones.
La noticia de que ha incrementado súbitamente sus tarifas en telefonía celular –aunque la ley le concede el derecho al abonado a ser notificado de dichas alzas con antelación–, con lo cual es muy probable que pierda clientela ante una competencia que ofrece el mismo servicio a una tasa estable, es la última de una serie de alzas que ha realizado en electricidad, y que ha intentado ejecutar en sus servicios de telefonía fija. En electricidad lleva más de cinco años aumentando tarifas.
Costos crecientes. La única razón por la cual ICE se ve obligado a subir tarifas es porque todos sus costos se han incrementado. Y es que el ICE no puede perder, pues, al ser una empresa de servicio público regulada, su ley constitutiva le permite pasarle todos sus costos, inclusive las pérdidas, a la tarifa de los servicios que ofrece. Los que nos vemos afectados somos sus abonados. Pero, como el ICE ya tiene competencia en telecomunicaciones, cada subida de las tarifas implica pérdida de clientela hacia sus competidores. En el caso de la electricidad, debido a la falta de competencia las alzas implican una reducción de consumo residencial, uso de plantas privadas térmicas y aprovechamiento de la tecnología solar. Eso significa una lenta pero ineludible pérdida de ingresos.
Límite permisible. Es muy probable que los directores y jefaturas del ICE asuman que no hay límites al incremento de tarifas, pues por ahora cuentan con la protección legal y política de esta Administración; y que también consideren que la pérdida de clientes e ingresos no les afecte o sea insignificante.
Sin embargo, el panorama podría cambiar radicalmente después de las elecciones presidenciales. Muchos políticos, formadores de opinión y analistas económicos están llegando a la conclusión de que esa tendencia alcista no debe permitirse por mucho más tiempo, pues está afectando a toda la economía, en especial al índice inflacionario, golpeando tanto el bolsillo del abonado, al reducirle poder adquisitivo para la compra de comestibles, como al empresario, restándole competitividad a sus productos en un mercado globalizado.
Cruda realidad. Muchos creyeron y juraronque sería la competencia la que acabaría con el ICE, tal como lo enfoca don Teofilo en su articulo publicado en la Extra el pasado 5 de agosto, en el cual justifica la razón por la cual este Gobierno sustituyó la propuesta de Ley General Eléctrica por una de Contigencia (“Como si esto no fuera poco, el proyecto también le impedía al ICE realizar proyectos de generación eléctrica, salvo que los ganara en procesos licitatorios”).
Sin embargo, la cruda realidad está probando que ha sido la ley de fortalecimiento de la que gozan, el instrumento que les ha servido para incrementar drásticamente sus costos sin rendición de cuentas públicas.
En otras palabras, el goce irrestricto o el despilfarro innecesario de sus ganancias en pocos años, y por algunos o por todos sus funcionarios, es la cicuta que los está llevando al suicidio colectivo.
La única salvación del ICE seria a través de un doloroso proceso de reducción de costos, así como el abandono de aventuras constructivas de altísimo costo y eterna duración, que no creo que sean del agrado ni de la clase política, ni de sus directores, ni de sus jefaturas, ni de sus sindicatos.