En la catedral de San Juan Bautista, en Turín, Italia, yace la imagen de un hombre cruelmente torturado y crucificado, plasmada en una tela de lino, que se ha convertido en uno de los principales símbolos en que se asienta la fe cristiana.
Los creyentes, sin dudarlo, aseguran que la figura en mención corresponde al cuerpo de Jesús de Nazareth, el humilde carpintero que, con sus enseñanzas de amor y compasión por el prójimo, conquistó a miles que lo siguieron en la época que desempeñó lo que se conoce como su “vida pública”.
Las más firmes bases de la fe cristiana encuentran un punto común: el Sudario de Turín, pues se arguye que la imagen de Jesús, que presuntamente se halla en ella, fue producto de un fenómeno natural, inexplicable, que justifica su resurrección.
Por ende, si a la fecha se desconoce el paradero de los restos del Nazareno, la certeza de su resurrección viene a fortalecer el dogma de la fe, a través de la demostración de que, efectivamente, la muerte puede ser vencida con el poder sobrenatural de Dios.
A lo largo de los años ha existido un grupo de personas que, al amparo de resultados científicos obtenidos a través de la medición de trozos de la tela del Sudario, por medio de datación con “Carbono 14”, sostienen que el lienzo no es otra cosa más que un fraude del Medioevo.
Pruebas. Los laboratorios de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, la Universidad de Oxford y la Universidad de Arizona concluyeron que la Sábana Santa data de la Edad Media, en el período comprendido entre el 1260 y 1390. Para el año de 1978, se realizó otro estudio, esa vez a cargo de un grupo de científicos estadounidenses denominado Shroud of Turin Research Project (“Sturp”). Los resultados demostraron la inexistencia de pruebas, fiables, para afirmar que se trataba de una falsificación, dejando en el ambiente que la aparición de la imagen, en el lienzo, se circunscribe a un misterio absoluto.
Otros estudios científicos realizados han demostrado, por una parte, que no existen rastros de pintura, toda vez que las fibras parecen indicar que la imagen se limita estrictamente a la capa de hidratos de carbono, sin capas adicionales de pigmentos a la vista, por lo que habría que descartar la existencia de mano humana, artística, que haya pintado la imagen del crucificado.
Igualmente, se ha comprobado que, en la tela del Sudario, existen residuos muy antiguos de granos de polen pertenecientes a especies primaverales propias de Palestina, de tal forma que podría definirse que el lienzo sí corresponde a la zona geográfica donde se dieron los acontecimientos narrados en las Santas Escrituras, con la crucifixión del Nazareno.
Se ha alegado, a modo detractor, que la figura del hombre en la sábana habría sido producida con la ayuda de un dispositivo de proyección simple y compuestos de plata sensibles a la luz, aplicado sobre la tela, algo similar a la obtención de un negativo de la imagen.
No obstante, distintas pruebas técnicas realizadas por expertos en la materia han revelado que, al menos para la época, era imposible implementar dicho procedimiento por carecerse de los equipos técnicos y conocimientos básicos para tal propósito.
Fe. Por su parte, la Iglesia no se ha pronunciado oficialmente sobre su aceptación o rechazo hacia el sudario pero, en 1958, el papa Pío XII autorizó la imagen, en relación con la devoción católica hacia la santa faz de Jesús, lo que, de algún modo, permite confirmar cierto grado de convicción, por parte de la Santa Sede, en lo que proyecta y significa, el manto sagrado para los fieles.
Son muchos los creyentes que consideran la imagen en el manto como un efecto secundario de la resurrección de Jesús, sugiriendo efectos seminaturales que pudieron haber sido parte de dicho fenómeno. Apuestan porque no hay explicación científica al hecho de que la imagen sea tan detallada y la intensidad guarde relación con la distancia, y que solo afecte las fibrillas superficiales individualmente.
Además, existen datos que confirman estas ideas con respecto al Sudario, como la antigüedad, tipo de heridas, su localización en el cuerpo del crucificado, las medidas exactas de la tela conforme a la tradición judía de aquel entonces, entre otras características que corresponden al perfil del Nazareno.
Las teorías existentes son inverificables y pueden darse como explicación a cualquier anomalía que vaya contra la autenticidad del sudario así que, desde un punto de vista científico, no son una explicación válida.
A modo de ejemplo, el sindonólogo Raymond Rogers consideraba que dicho razonamiento era una falacia puesto que el hecho de que la ciencia ignore algo no infiere, necesariamente, que sea atribuible a un milagro.
El debate está abierto para la polémica sobre la reliquia de Turín. No obstante, he de aceptar que en este mundo han existido fenómenos que ni la lógica, la ciencia ni la técnica han podido explicar.
En efecto, públicos y notorios han sido los casos de súbitas curaciones de enfermedades sin intervención de la medicina, donde los pacientes han sentido y entendido tal fenómeno, como un verdadero milagro.
Y es que si nos sumimos en la reflexión y analizamos la existencia de todo lo que vemos, sentimos y tocamos, no se puede negar que la maravilla de la creación sea obra de un ser superior, como amo y hacedor de todo lo que nos rodea.
Falso o verdadero. Si el sudario de Turín es un fraude de la Edad Media (como parece demostrarlo la datación con Carbono 14) se debe reconocer que, quien lo haya creado, fue un visionario dotado con grandes conocimientos técnicos.
Y si el Sudario es verdadero, ¿cómo podemos evitar ser conmovidos por la imagen de ese hombre torturado, que ha contemplado más de dos mil años de historia? A través de dicha reliquia podemos contemplar su carácter extraordinario, su cara poderosa, cautivante que nos lleva a un nivel de espiritualidad y profunda reflexión, inclusive al divino poder del amor.
Nos hace entender que sufrimiento no es la última palabra, que el pecado es horrible y que la violencia en el alma del hombre no tiene límites. Si es realmente la prueba de la sepultura de Cristo y de su resurrección, entonces nos transporta al sitio donde el Hijo de Dios fue asesinado por manos humanas; pero también nos trae la paz que tuvo y el triunfo innegable de la vida sobre la sombra de la muerte.
Y es que el propio fenómeno de la resurrección viene a confirmar, en caso de haber sucedido, que el Jesús omnipotente no es tal por imposición, sino por amor, sufrimiento y compasión, que triunfó de la fuerza gracias a la pureza de su corazón, todo por una revolución social en la que las categorías fueran invertidas, en la que todo lo que es oficial en este mundo fuera humillado. Ese era su sueño.
Bien sea una auténtica reliquia o una falsificación medieval en nombre de la fe, el Sudario de Turín es muy real, es un milagro, al igual que la resurrección de Cristo y el propio ingenio humano. No sé cuál de las dos me impresiona más.