La historia y el legado del Partido Liberación Nacional (PLN) a lo largo de más de seis décadas es invaluable e incuestionable, por lo que podríamos dedicarnos a resaltar logros con válido orgullo. Sin embargo, es evidente que la desafección y el desinterés de la población por lo que el PLN dice y hace, principalmente obvio desde el desastre electoral de la última elección, motiva a replantear el futuro de este partido.
Si pretendemos un PLN para las próximas generaciones, no lo lograremos sin reformas inmediatas, profundas e integrales. Reformas que nos permitan reconocer nuestros errores, para retornar a la senda de la política, con “P” mayúscula, y volviendo a ser protagonistas de los cambios que Costa Rica necesita.
Para ello, debemos atrevernos como partido a dejar de ser una simple maquinaria electoral, para convertirnos en un partido inclusivo, que promueva el debate permanente y la construcción de posiciones informadas que impulsen decisiones país, mediante canales que incentiven la transparencia, la rendición de cuentas y la escucha constante.
Tenemos que redirigir nuestros esfuerzos por la capacitación permanente de la juventud que quiera ser parte del proceso, inspirada y aconsejada por los militantes más experimentados, capaces y honorables, en aras de la promoción de nuevos liderazgos que estimulen cambios, reclamen espacios de participación y no repitan los modelos agotados e ineficaces, sin temor a enfrentar los nuevos retos que demanda la ciudadanía.
El legado del PLN habla por sí mismo, pero también se tiene que estar dispuesto a no dar ni un paso hacia atrás, pues los partidos que no pueden ofrecer futuro tienden a recurrir al pasado; confiemos en ofrecer futuro, pues nos enorgullece nuestro pasado. Entendamos de una vez que el PLN es más que la suma de sus partes y que este será lo que los militantes, por la vía democrática, queramos que sea.
Exijamos de manera firme que no se desincentive a las nuevas generaciones con vocación de servicio el participar, proponer ideas y proyectos ,para que encuentren oídos atentos y voluntad en el Poder Ejecutivo, la Asamblea Legislativa, los Consejos Municipales y la dirigencia comunal.
En la oposición. La actual coyuntura nos brinda la oportunidad de demostrar al país que siendo oposición podemos ser también serios, responsables y propositivos, bajo un principio de diferenciación que nos distinga como impulsores de proyectos que persigan reformas impostergables en materias como la responsabilidad fiscal, la eficiencia energética, la infraestructura vial de calidad, el desarrollo comunal y la agenda integral en derechos humanos, por citar algunos ejemplos.
Para ello es urgente y necesario que la gente honesta y de trabajo encuentre canales abiertos para contribuir desde su área de experiencia, en el sano debate de ideas que Costa Rica reclama con razón; y también que, más allá de la obvia y sana dinámica partidaria de pretender alcanzar posiciones de toma de decisión, se fomente el llamado “trabajo de hormiga”, ese voluntariado que se desarrolla con mística por el simple hecho de querer ser parte de la solución, porque se cree en las ideas y no se está dispuesto a permanecer al margen.
Urge también que asumamos una postura doctrinariamente coherente, pero con la conciencia de que somos el gran partido progresista y reformista del país, donde la socialdemocracia que nos enorgullece debe representar nuestra guía por un país más democrático, justo, inclusivo, equitativo, solidario y desarrollado.
La socialdemocracia es nuestro norte, no nuestra camisa de fuerza, pues las posiciones cerradas en materia doctrinaria no solo no permiten consensuar, sino que reflejan incapacidad para innovar.
El PLN requiere ir más allá de las estrategias comunicacionales y los discursos con promesas efímeras, para asumir, con seriedad y responsabilidad urgentes, reformas estructurales y estatutarias que permitan avanzar de manera integral y proactiva. No hacerlo hoy nos condena a un declive mayor y a un seguro fracaso en el mediano plazo.