LONDRES – La mayoría de los economistas están preocupados por la economía china, y por diferentes motivos: falta de consumo y grandes superávits externos, exceso de capacidad industrial, deterioro del medioambiente, intervenciones del Gobierno (por ejemplo, control de capitales y represión financiera). Pero muchos no se dan cuenta de que solo son síntomas de un único problema básico: las distorsiones del modelo de crecimiento de China.
Hasta cierto punto, el modelo es una creación política, resultado de una arraigada preferencia por la construcción y las manufacturas como motores principales del desarrollo económico. Predilección que trae reminiscencias del Gran Salto Adelante de los cincuenta, cuando la gente se puso a fundir chatarra para cumplir unas metas de producción de acero exageradamente optimistas y propiciar el sueño de Mao de una veloz industrialización.
Hoy, la propensión de China hacia la producción industrial se manifiesta en proyectos fabriles y de infraestructura a gran escala, alentados por subsidios públicos directos e indirectos. Como este enfoque estimula la inversión y genera recaudación impositiva para los gobiernos locales, tiene un impacto positivo más inmediato en el PIB que tratar de desarrollar el sector servicios.
Pero el modelo también tiene grandes costos. De hecho, la economía china está atrapada en un círculo vicioso sostenido por políticas distorsionantes que, aunque a primera vista no están relacionadas, son en realidad interdependientes e, incluso, simbióti-cas.
Uno de los aspectos más notorios del proceso es la divergencia entre el crecimiento del PIB de China, que en las últimas décadas se mantuvo en un promedio cercano al 10% anual, y el crecimiento del empleo, que apenas alcanzó un 1% o 2% anual. Es evidente que la industrialización y el crecimiento de las exportaciones no bastan para absorber la enorme provisión de mano de obra china.
El problema es que el rápido aumento de la productividad industrial (más de 10% por año en las últimas dos décadas) redujo la necesidad de contratar más trabajadores. En cambio, en el sector servicios, el crecimiento de la productividad fue mucho más lento (alrededor de un 5% anual en el mismo período), es decir, que podría ser un motor de generación de empleo mucho más eficaz. Por ejemplo, en el 2012, cerca del 80% del total de la fuerza laboral estadounidense estaba empleada en el sector servicios.
Otra consecuencia del desequilibrio del modelo es la caída del ingreso de las familias como cuota del PIB, de un 70% en 1990 a 60% en el 2009 (en Estados Unidos la relación se mantuvo estable en más o menos un 80%). Dicho de otro modo, las familias chinas no están disfrutando las ventajas del crecimiento económico.
Este fenómeno también puede atribuirse en gran medida a políticas distorsionantes. El Gobierno ha mantenido los salarios contenidos para limitar el aumento del costo de la mano de obra, de modo que en los últimos 20 años han crecido a un ritmo del 5% anual, mientras la productividad crecía a un 8,5% al año. Entre tanto, la represión financiera mantuvo reducido el costo del capital. En la última década, el tipo de interés real (ajustado por inflación) de los depósitos ha sido en promedio casi nulo. Como cerca del 80% del ahorro de las familias chinas está depositado en bancos, este impuesto implícito al ahorro tuvo un importante impacto económico, pues reforzó la tendencia china a ahorrar, con lo que debilitó el crecimiento del consumo y agravó los desequilibrios globales.
De modo que las políticas distorsionantes del Gobierno ayudaron a perpetuar un modelo de crecimiento disfuncional. La contención salarial, la represión financiera y la subvaluación de la moneda son un subsidio a las exportaciones y la producción a costa de las familias, que se ven obligadas a ahorrar, lo cual debilita la demanda interna. De modo que para alcanzar los objetivos de crecimiento, el Gobierno depende de las exportaciones y las inversiones, pero este enfoque lleva a la acumulación de enormes reservas que luego debe esterilizar. Los bajos tipos de interés ayudan a contener el costo de la esterilización en el nivel nacional y reducen los costos para las empresas, pero, una vez más, a costa de las familias.
Salir del círculo vicioso no será fácil, pero es la única solución a muchos de los problemas más apremiantes que enfrenta la economía china. Incluso, el modelo de crecimiento actual produce un alto costo medioambiental, tanto que la contaminación ya pone en riesgo la salud de la población, sobre todo en áreas urbanas.
Además, el sesgo fabril y exportador lleva a serias ineficiencias en la asignación del capital. Los sectores industriales menos eficientes han acumulado un importante excedente de capacidad, lo que desestabiliza toda la economía, mientras que sectores más productivos y eficientes no tienen acceso a los recursos que necesitan.
Reestructurar la economía puede ser el desafío más urgente (y más difícil) al que se enfrenta la dirigencia china en la actualidad. Dada la interrelación de las distorsiones, es posible que haya que resolverlas simultáneamente. El enfoque gradualista chino tal vez ya no funcione.
Keyu Jin es profesora de Economía en la London School of Economics. © Project Syndicate.