¡Qué caro puede salir el no querer contribuir al festín que han montado con los cables de WikiLeaks! Tuve una corta participación en una emisión radial organizada por dos medios de comunicación hermanos, que son los depositarios de los cables entregados por WikiLeaks sobre Costa Rica, La Nación y ADN Radio .
Creía yo que la pequeña entrevista se limitaría a los comentarios estadounidenses sobre el trabajo de Costa Rica en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. No fue así. A bocajarro, la periodista preguntó: ¿Es cierto que para don Óscar Arias el Consejo de Seguridad era casi una obsesión? Reacio a contribuir a la enfermiza manía de inventarle defectos al expresidente, en vez de responder, puse en duda la autoridad de los diplomáticos americanos en San José para juzgar nuestro trabajo en Nueva York y juzgué irrelevantes sus comentarios.
Diálogo de sordos. Despojados de la legitimidad de su fuente, los periodistas se aferraron a una visión según la cual el diplomático hizo una valoración positiva del desempeño costarricense en el Consejo de Seguridad y quien lo cuestione, resta méritos a la política exterior de la Administración Arias. Yo no lo creo así. Pienso que los comentarios de la Embajada no hacen justicia a nuestro trabajo en el Consejo, como explicaré adelante. A partir de allí, se produjo un diálogo de sordos que me trajo como consecuencia otro manoseo periodístico en dos notas que contienen insinuaciones perversas.
Pocas horas después de la emisión, apareció la primera en nacion.com . Allí se decía que yo “desdeñaba elogios”, supongo que porque ponía en duda los conocimiento de quienes los hacían. Siguiendo una práctica reiterada, la segunda nota, que apareció en la versión impresa, cambió de rumbo y quiso enfrentarme a la Administración, a la que orgullosamente serví. Fue publicada bajo el título “ Exjefe en ONU descalifica loas estadounidenses a la Cancillería ” ( La Nación , El País , 11/03/2011).
Ese título evidencia la intención del periodista. Yo descalifiqué al diplomático, no resté mérito a la gestión. Pero don Álvaro Murillo, que piensa que son loas o elogios y me cree obligado a aceptarlos, dejó correr su “creatividad” y empezó a tejer la intriga. En su nota, escribió: “Las alabanzas de diplomáticos de Estados Unidos a la gestión del gobierno pasado en la ONU cayeron de mala manera en los oídos del embajador Jorge Urbina'”.
De manera nada casual, la noticia se ilustró con una foto del excanciller Stagno y mía, a cuyo pie se consigna que, en el pasado, don Bruno y yo mostrábamos buena relación. ¡Vaya recurso! Para reforzar la tesis del comunicador, se insinúa al lector que esa relación es cosa del pasado, a pesar de los elogiosos conceptos con que me referí al exministro en la emisión radial.
Criterio positivo. La novela que se ha inventado don Álvaro Murillo es, íntegramente, suya. No he variado mi criterio sobre los aciertos de la Administración Arias en Política Exterior, ni nada ha lastimado mi relación con don Bruno. La diferencia de criterio que tuve con él y con el expresidente Arias, sobre la mejor manera de encontrar remedio a la invasión nicaraguense, no cambió en nada el aprecio y respeto que tengo por ambos, ni mi criterio sobre su gestión de gobierno.
Y en cuanto a los cables WikiLeaks, sigo creyendo que la Embajada de los Estados Unidos en San José es un mal observatorio para juzgar el desempeño de Costa Rica en el Consejo de Seguridad. Sus diplomáticos no fueron nunca los encargados de dar seguimiento a Costa Rica en la ONU, por razones obvias. Los calificativos del cable, si bien denotan empatía emocional, loas o elogios como dice don Álvaro, no reflejan mayor conocimiento del complejo trabajo en el Consejo de Seguridad. El periodista resumió los conceptos del diplomático, bajo el titular “Intrepidez tica”. En el texto añadía otras expresiones, poco apropiadas para evaluar la Política Exterior: “actitud sin complejos”, de “posiciones independientes, retadoras y desacomplejadas (sic)”.
Yo no creo que Costa Rica en el Consejo de Seguridad haya sido “intrépida” (que no teme en los peligros, que obra o habla sin reflexión, según el DRAE). Además, me niego a tratar como excepcional lo que nos es consustancial, aunque sorprenda al visitante. Quizás porque todas y todos los que trabajamos en el Consejo de Seguridad, llevábamos a Costa Rica en el pecho, no veo elogio en que se subraye nuestra independencia. Nuestra Costa Rica ha sido independiente siempre. Aliada inteligente, nunca incondicional, de nadie. Dos ejemplos: Don Óscar Arias actuó con independencia frente a las grandes potencias en los años ochenta y el embajador en la ONU, Bruno Stagno, se opuso a la invasión ilegal de Irak en el 2003. ¿Por qué sorprende nuestra independencia? Quizá por desconocimiento de nuestra historia.
En la emisión radial, traté de explicar, aunque pude no haberme expresado bien, que la mayor parte de nuestro trabajo era solo la reiteración de los pilares de lo que ha sido y es Costa Rica. Si bien cada Administración imprime su propio sello, el sustento fundamental de todas nuestras posiciones en Política Exterior, se nutre en la identidad histórica nacional.
Al señalar esto, no tuve la intención de banalizar los méritos de la Administración Arias, como lo entendió el periodista.
La Política Exterior del Gobierno anterior se apoyó en el trabajo encomiable de un grupo de profesionales, contó con la garantía ética y la visión histórica del Presidente y del Canciller, pero tuvo su principal sustento en la seriedad con que muchas generaciones de costarricenses, incluida la actual, han interactuado con la comunidad internacional.
Lo que resulta irónico es que un periódico que no se ocupó de nuestra participación en el Consejo de Seguridad quiera llenar ese vacío con “elogios y loas”, para medrar de la fritanga.