La contienda electoral es el momento donde los costarricenses esperamos escuchar de los candidatos sus propuestas sobre cómo enfrentar los grandes desafíos nacionales en temas claves. La educación es uno de ellos.
No obstante los logros alcanzados en los últimos años, el sistema educativo demanda remover trabas y buscar progresos más acelerados que nos permitan atender los desafíos estratégicos del siglo XXI: la inserción exitosa de niños y adolescentes en la nueva sociedad del conocimiento, el aprovechamiento del bono demográfico y la reducción de la creciente desigualdad.
Esta es una tarea urgente en un momento en el que, además, tenemos “el barco lleno” en los centros de educación secundaria, y lo más preocupante es que no solo tenemos que subir a muchos nuevos jóvenes para que lo aborden, sino que debemos asegurarnos de que todos lleguen “a buen puerto”.
Por su importancia para el país, la situación descrita merece un debate de calidad que, como lo plantea el IV Informe sobre el Estado de la Educación deje atrás “la improvisación, los deseos de ‘inventar el mundo’, las viejas prácticas de ceder a las presiones de aquellos que quieren aprovechar el cambio de administración para volver al statu quo anterior, o bien ignorar o desmantelar los logros alcanzados”. El panorama, hasta ahora, ha sido, sin embargo, poco alentador.
Educación y fisco. Existe un déficit en el debate público sobre el futuro de la educación caracterizado, por un lado, por la falta de precisión sobre cómo hacer frente a los problemas más apremiantes que aquejan al sistema y que, por su magnitud, requieren alianzas fuertes entre diversos actores sociales, económicos y políticos. Por otro lado, debido al lanzamiento de propuestas que tienen en su mayoría como común denominador, la falta de estudios técnicos previos que justifiquen lo sugerido.
Finalmente, sobre aspectos en los que sistema educativo tiene logros relevantes como financiamiento, oferta educativa y reformas a favor de los estudiantes, se ciernen “negros nubarrones”, debido no solo a la falta de precisión sobre cómo afrontar el déficit fiscal, sino por las viejas prácticas de querer hacer siempre el borrón y cuenta nueva, sin que medien, primero, las evaluaciones constructivas de lo llevado a cabo.
En un contexto en el cual los ciudadanos demandan cambios, nuevas formas de encarar los desafíos y, sobre todo, evitar la improvisación en el diseño de las políticas públicas futuras. Se espera que en lo que resta del período electoral tengamos, entonces, mayor precisión de todos los candidatos sobre cómo cumplir el 1% adicional PIB para educación, así como incrementar las coberturas en la educación diversificada y preescolar.
Además, generar condiciones para el éxito de los nuevos programas de estudio aprobados, contar con personal docente de alta calidad, incrementar la calidad y el rendimiento académico de los estudiantes, reorganizar la estructura institucional del MEP para brindar más apoyo a la gestión de directores y docentes, favorecer la rendición de cuentas en todos los niveles educativos y gestionar los impactos de la transición demográfica sobre el sistema.
Si bien los mencionados no son todos los desafíos, la especificación de acciones concretas, fundamentadas y viables podrían darnos pistas sobre las prioridades del futuro Gobierno, tomando en cuenta las difíciles circunstancias fiscales.
Isabel Román, coordinadora de Investigación, ‘Informe Estado de la Educación’.