Ahora resulta que Ecuador es el guardián mundial de los derechos humanos, incluidos, entonces, los de libertad de expresión y prensa. Es por esa consecuencia con los “principios” por “encima de los intereses”, según ha dicho el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, que el gobierno de Rafael Correa analiza el pedido de asilo de Edward Snowden, el exagente de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense.
¿Qué entenderá el gobierno de Correa por principios? ¿Serán los mismos que los impulsaron para la ley de comunicación que regula los medios, aprobada hace pocas semanas, una verdadera ley mordaza para su país y su democracia?
Esto no es un asunto ideológico. Tengo otras tantas críticas por la visión de Estados Unidos sobre la transparencia y escrutinio de sus ciudadanos de la información de ellos que está utilizando el Estado, así como la forma en que han procedido contra Snowden.
Mi punto ahora es que, en la nueva ley, Ecuador amplió el deber de reserva de información considerada de “circulación restringida” (artículo 30). En esta ley no hay un enfoque en la responsabilidad que deben tener las entidades públicas y sus funcionarios para mantener la confidencialidad de información que así consideren, sino en la reserva en la divulgación de contenido que toque a los medios de comunicación, aunque desde el punto de vista de estos sea de absoluto interés público.
¿Cuál es la diferencia ? Dijo el canciller Patiño: “Ecuador actúa en base a principios consagrados en su Constitución, que emanan de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del derecho internacional humanitario”. Y ¿los derechos de sus ciudadanos y de sus medios?
Washington Post y Guardian revelaron, a partir de las filtraciones de Snowden, que el Estado norteamericano tenía acceso a datos de llamadas telefónicas realizadas por una compañía de telecomunicaciones y sobre el programa Prism, que acumuló correos electrónicos y datos de redes sociales, entre otros. Absoluto interés público.
Ecuador, con su declaración de principios, avala entonces estas revelaciones, pero impulsó una ley con altísimas restricciones para la divulgación de información reservada en su país.
¿Cuáles principios? No se burlen.