La dolarización oficial de la economía es una alternativa que no puede ignorarse. Con la dolarización, las tasas de interés en colones caerían, prácticamente, a la mitad, se desestimularía la entrada de capitales “golondrina” (sin distorsiones adicionales), desaparecerían los costos de transacción asociados al diferencial cambiario, desaparecería la incertidumbre cambiaria y se eliminaría la posibilidad de que el BCCR destruya el poder de compra de salarios, ahorros y pensiones denominados en colones por medio del impuesto inflacionario.
Como los encargados de la política económica no tienen interés en recortar, de manera importante, el gasto público (no se quiere asumir el costo político) y la posibilidad de aprobar un paquete de impuestos es, prácticamente, nula; la deuda y las tasas de interés en colones no van a caer. Por el contrario, todo apunta a que continuarán creciendo en el futuro. Tampoco hay ninguna señal en el horizonte que apunte a que las tasas internacionales van a subir, por lo que se esperaría que los dólares continúen fluyendo hacia Costa Rica.
Catástrofe con las bandas. Enfrentamos un problema serio y las opciones sobre la mesa no son agradables. La primera (por la cual se han inclinado las autoridades), es ‘defender’ la banda cambiaria y sacrificar inflación. De acuerdo con estimaciones del presidente del BCCR, por cada $500 millones que compra en el mercado cambiario, genera una inflación anual de 1,26% (La Nación, 03/11/10). Si eso es cierto, el plan de acumulación de reservas de $1.500 millones –considerado por muchos como innecesario– ya le pasó a los costarricenses, particularmente a los que menos tienen, una factura de 3,78% en inflación.
La segunda es dejar de ‘defender’ la banda cambiaria en ¢500 por dólar. Si cae el piso de la banda o se pasa a una flotación administrada, existe consenso alrededor de que eso tendría dos consecuencias graves, que no se pueden revertir en el corto plazo: quiebra de empresas y destrucción de puestos de trabajo.
Las autoridades económicas han concentrado sus energías en anunciar una batalla a muerte contra el capital “golondrina”. Sus armas son un conjunto significativo de distorsiones para desincentivar el ingreso de capitales externos. Sin embargo, existen serias dudas razonables acerca de que estas puedan alcanzar su objetivo.
En el 2008, el actual presidente del Banco Central explicó, en circunstancias muy distintas a las actuales, por qué creía que no era el momento para dolarizar la economía: “Mi argumento es práctico, ya el BCCR definió esa ruta y me parece que, solo si se diera una catástrofe bajo las bandas/flotación administrada, se debería pensar en cambiar a un esquema como la dolari- zación” (Actualidad Económica, 369). La catástrofe cambiaria actual nos obliga a considerar alternativas viables –con menores costos y más beneficios – como la dolarización oficial.