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La diligencia

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“Contra pereza, diligencia”, me decía mi madre. Tenía claro qué era la pereza: la llevaba en la sangre, en las sábanas, en la perilla del televisor (sí, perilla) que me mantenía alejado de mis deberes. Pero la diligencia era una cosa extraña, no podía entender qué tenía que ver aquel carruaje de las películas de vaqueros con la pereza.








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