Pese a toda la belleza que nos ha deparado (Fellini, Kurosawa, Bergman, Buñuel), el cine se ha quedado corto con respecto a los paraísos que nos prometió. El medio estaba destinado a representar la más perfecta sinergia de plástica, drama, música, mito, danza, imagen y poesía jamás creada. En lugar de esto, se alineó en eso que llamamos entertainment industry.
Convengo con Brecht en que toda obra de arte debe comenzar por ser entretenida. Empero, una obra maestra debe ser más, mucho más que entretenida. El cine no ha dado todo lo que de él se esperaba. ¡Cuánta bazofia hay que consumir para ver una película que cambie nuestras vidas!
Cayó en manos de mercachifles y fue prostituido. Se convirtió en mecanismo de imbecilización colectiva. De las pocas maravillas que produjo el cine cuando sobre él se volcó un poeta (Cocteau en Orfeo, por ejemplo) podemos inferir todo lo que pudo haber dado, si tal hubiese sido siempre el caso.
Haciendo el balance de su corpus histórico, el cine ha sido un lamentable fracaso, y uno de los desperdicios estéticos más deplorables en que hemos incurrido.
Todo estaba ahí para la generación de belleza superlativa. En lugar de eso, nos contentamos con golosinas para los ojos, cuando no veneno del más tóxico y apestoso.
Iba a ser la gesamtkunstwerk de Wagner, la obra de arte total, una experiencia al tiempo estética y mística… y terminamos con Robocop y Spiderman. Una vez más, los mercaderes se apoderaron del templo.
El autor es pianista y escritor.