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Desiderata

No puedo evitar observar cómo la superficialidad abarcan espacios que pertenecían a la virtud

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Cuando tenía diecinueve años me sentía viejo. De verdad lo creía así. Caminaba por las calles de mi vecindario con un aura de alma antigua cargando libros considerados aburridos por mis contemporáneos mientras comía unas deliciosas galletas con forma de herradura y puntas de chocolate cerca de San Pedro.








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