Todo el mundo sabe que doña Laura Chinchilla llegó a la presidencia de la República con el apoyo de don Oscar Arias. Tuvo a su favor, también, la buena percepción que en ese momento se tenía del segundo gobierno de Arias. Las razones por las que se distanciaron no me interesan. Suena como a revelación de diván; sí del Diván de Gladys, de origen venezolano, según reseña La Nación el 23 de abril, en la nota “Chinchilla: Arias se resintió por discurso sobre situación fiscal”.
Aparezco en esa información no porque doña Laura me haya mencionado. Me “meten de refilón”. Por ello quiero hacer algunas precisiones a lo que ahí se dice.
No conocía la situación fiscal. Parece ser que en agosto del 2010, ejerciendo ya su mandato, la presidenta se dio cuenta de que a la situación fiscal había que ponerle cuidado, y eso que había sido vicepresidenta en el gobierno de Arias.
“En una entrevista con La Nación, afirmó que su previsión era que el déficit rondara el 3% o el 4% del PIB, en vez del 5% con que cerró el 2010”, dice la nota.
Debo aclarar a los lectores que en octubre o noviembre del 2009 –casi un año antes de que doña Laura “se llevara la sorpresa”– le pedí una cita para plantearle que incorporara en su mensaje de campaña la necesidad de hacer una reforma hacendaria. Y le hice una presentación basada en el documento Marco fiscal presupuestario a mediano plazo 2009-2013, que el Ministerio de Hacienda había adjuntado al proyecto de presupuesto del 2010 (expediente 17.509). En esas cifras se veía el efecto de la gran recesión sobre las finanzas públicas.
Es más, ella me pidió que le dejara una copia de mi presentación. Cosa que hice. Le dije que se la enviara a su equipo económico para que lo consideraran. A partir de ese momento mi contacto con ese grupo fue mínimo, por no decir nulo.
Resultados fiscales 2010. Los resultados del 2010 son responsabilidad de la administración Chinchilla. Ya esto lo he aclarado aquí muchas veces, pero la “desmemoria” sigue.
Seguro que a ella no se lo explicaron, pero en el último trimestre del 2010, bajo la responsabilidad de la nueva administración, el Ministerio de Hacienda autorizó gastos adicionales por un monto cercano al 1% del PIB, y eso fue directamente a ensanchar el déficit, que les cerró en -5,1% del PIB.
Se registró como gasto y quedó en cuentas de caja única. Desde luego que no lo podían gastar en tres meses; quedó “parqueado” en la caja única.
De la Memoria Anual de la Contraloría, del 2010, cito: “Se observa un crecimiento muy pronunciado en el saldo de la caja única en colones al 31 de diciembre del 2010 (93,3% mayor que en el 2009) el cual contrasta con el modesto crecimiento experimentado en el 2009 (8,2% respecto al 2008). Al respecto, explica la Tesorería Nacional que una buena parte de este crecimiento obedece a la gran cantidad de recursos de transferencias incluidos en el último presupuesto extraordinario, que se ejecutaron y se acreditaron en la caja única al final del periodo presupuestario”. La Tesorería confirma mi argumento.
Si no hacen ese gasto extra, habrían terminado el 2010 con un déficit del -4% del PIB, en línea con lo que habíamos negociado con el FMI y con lo que la presidenta esperaba. Pero es más fácil “echarle el muerto a otro”, como si el periodo de gobierno fuera de cinco años.
Transferencias. Está claro que el aumento de las transferencias en el 2010 explica en parte ese déficit del -5,1% del PIB. Pero las transferencias siguieron a ese gobierno. Por lo que conviene que se le explique al país por qué en los cuatro años de ese gobierno, es decir, comparando diciembre del 2013 con diciembre del 2009, las transferencias crecieron el 77%. ¿Por qué en el 2012 subieron un 14,6% respecto al 2011? ¿Por qué en el 2013 crecieron un 10,9%? Estas son decisiones que toma la administración Chinchilla.
Por eso, los déficits cerraron un -4,4% del PIB en el 2012 y -5,4% del PIB en el 2013, su último año. Y por eso fue que el saldo de la deuda pública total pasó del 42,5% del PIB, como lo dejé en 2009, al 54,6% del PIB en diciembre del 2013, que fue la herencia de Chinchilla.
Nada menos que 12 puntos más altos. Estos son asuntos sobre los que se ha comentado muy poco, como si esa administración no hubiera existido.
Prefieren echar tierra para atrás y evadir responsabilidades. Por el beneficio de la historia económica del país, conviene que lo expliquen.
El autor es economista, exministro de Hacienda.