¿Quién se da cuenta?

Niños, niñas y jóvenes deben ser tratados con dignidad

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¿Quién no ha sido objeto de algún tipo de violencia? O peor, quién no ha realizado un acto violento hacia otro, aunque este haya sido por omisión. Si hacemos un rápido ejercicio de revisión, encontraremos que, en algún momento, todos y todas hemos sido objetos o sujetos de violencia. Las violencias –pues no existe una sola–, son parte sustancial de lo humano, según lo propuso Hannah Arendt hace varias décadas. Eso no quiere decir que no se haga nada con ella. En la escuela o la secundaria, las violencias suceden todos los días; se evidencian de diversas formas e impactan a quienes las viven. La violencia no aparece de la nada. ¿Cuándo surge? Cuando se viola o se priva al ser humano de algo que le es esencial como sujeto: la integridad física, psíquica, sus derechos, su libertad, su palabra, su voz. En los centros educativos, sean estos públicos o privados, las relaciones tanto entre jóvenes como entre docentes y alumnos, están en permanente tensión. Lo cual es absolutamente esperable. Lo que no es consecuente con el interés superior del niño y la niña es que cuando aparecen situaciones de violencia, no se atiendan como se requiere.








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