A casi tres meses de las elecciones nacionales, esta vez el panorama político se ve más indefinido que en las que recordamos. La evidencia más clara de ello es la gran proporción de indefinidos, constituidos básicamente por quienes “no piensan votar” y “no saben o no responden”: rondan el 50 % del padrón electoral, porcentaje superior al promedio histórico y registro más alto de que tengamos conocimiento.
Por otro lado, la volatilidad más relevante en cuanto a preferencia de candidatos, en este momento, no es tan fuerte como en algunas elecciones anteriores, si bien no deja de mostrarse: Antonio Álvarez ha venido encabezando la intención de voto sistemáticamente y, con variaciones no significativas, varios partidos “no tradicionales” se han venido ubicando en “el sótano” de esta tabla, también de modo sistemático.
Las mayores variantes se dan en las posiciones intermedias de la tabla: PUSC, PAC, PIN y, algo menos, Republicano Social Cristiano y Libertario.
Un elemento central, determinante y bastante bien documentado, con base en encuestas de distintas casas, es que el PLN con Antonio Álvarez ganaría las elecciones del 4 de febrero, pero por ahora no logra alcanzar el 40 % mínimo necesario para ser declarado presidente en la primera ronda.
De esto se deriva, inmediatamente, una pregunta fundamental: ¿Qué partido y con cuál candidato disputaría la presidencia con el PLN en marzo del 2018? Por supuesto que también es importante la pregunta siguiente: si Antonio Álvarez no alcanza el 40 % en la primera ronda, ¿cuán cerca quedará de este “número mágico”?
Segundo lugar. Pasemos ahora al posible segundo lugar. Una hipótesis plausible es que el asunto del cemento chino impacte más determinantemente en el resultado de esta subcompetencia que incluso en el resultado por el primer lugar.
Si bien casi todos los partidos se han visto “pringados” (algunos realmente enlodados) por este escándalo, que en este momento es crucial para el país en lo electoral e institucional, el PAC, el PUSC y el Libertario (todos con posibilidades de llegar de segundos) han sido los más tocados, aunque está por verse en qué grado cada uno.
Para el PIN y su candidato, Juan Diego Castro, la cuestión es muy relevante también, no solo por la consecuencia de afectar a sus rivales más directos, sino también porque su candidato ha tenido hasta ahora un discurso monotemático, precisamente sobre corrupción. Esto le ha hecho popular en sectores para los cuales el tema es definitorio, y lo demás es secundario o terciario.
¿Le será suficiente para alcanzar el añorado segundo lugar en competencia con los ya mencionados? También debe prestarse atención al hecho de si los otros partidos intentan minar la credibilidad de Juan Diego Castro en este aspecto y el efecto que esos cuestionamientos podrían tener en su popularidad. El tiempo lo dirá.
Habrá que observar, también de cerca, si Castro incursiona en otros asuntos como el empleo, el crecimiento de la economía, las políticas de género y diversidad, el serio desafío de lo fiscal y la operación y financiamiento del Estado en general y varios más que apelan a una gran parte de la población y que, conforme a las encuestas, aparecen entre las mayores preocupaciones de los ciudadanos.
Personalidades. De ninguna manera debe perderse de vista que la gente se está fijando mucho en la personalidad de los candidatos y menos que antes en los partidos como tales. En este aspecto, la ecuanimidad, la solidez de los argumentos, el manejo de los problemas y las soluciones posibles son aspectos que desempeñarán un papel determinante al momento de emitir el voto.
Esto no significa, sobre todo en la perspectiva del trabajo organizativo, que la trayectoria partidaria tenga poca importancia como uno de los factores que inciden en un resultado en el que tantas variables influyen.
Hay algo más, siempre presente en toda campaña política, en cualquier parte del mundo. Lo ilustra la siguiente anécdota del ex primer ministro Harold Macmillan: cuando le preguntaron qué determina el destino de un gobierno, respondió con la típica agudeza y flema británica: “Los eventos, estimado muchacho, los eventos”. Eso pasa también en las elecciones.
Temática primordial. Pasemos ahora a la segunda parte del título de este artículo: el desarrollo nacional. Porque la importancia final de las elecciones y de vivir en democracia es esta exactamente: ¿Cómo lograr un desarrollo socialmente inclusivo y que mejore la calidad de vida de todos?
Internacionalmente, hoy se acepta que “desarrollo sostenible” es el concepto correcto para plantear, analizar y trabajar en lo que primero solo se concibió como crecimiento económico, luego como desarrollo y después como desarrollo económico-social. Estos no son simples cambios de términos; lo son de paradigmas.
El desarrollo sostenible, según fue acordado en las Conferencias de Río, y culminó con la de Río+20 en el 2012, es el nuevo paradigma del desarrollo, que integra las tres dimensiones: económica, social y ambiental. Por supuesto, persisten posiciones ortodoxamente conservadoras, que ven en el crecimiento económico la condición necesaria y suficiente para el progreso y el bienestar humanos.
Dichosamente, cada día van quedando como una minoría, aunque no debe subestimarse su poder y el daño que nos causa como humanidad. Un ejemplo actual y evidente de ello es la negación del cambio climático como fenómeno causado por la explotación y consumo excesivos de los recursos naturales.
Por problema de espacio, resumo, esperando dejar para otro artículo, los desafíos centrales en la coyuntura actual del desarrollo sostenible en Costa Rica: el problema fiscal junto al ordenamiento del aparato estatal, y sus múltiples componentes, debería ocupar el primer lugar de la agenda de discusión electoral, porque ahí reside la condición para seguir produciendo “el cacao” necesario para fabricar “los chocolates” que de modo sostenido requerimos si buscamos ser una sociedad con mejores y más equitativos niveles y calidad de vida, no solo para mañana, sino por generaciones.
Pero, junto a él, el empleo decente, mejorar las políticas de armonía con la naturaleza, la equidad en el reparto de la riqueza y el ingreso, la infraestructura, la construcción de oportunidades reales a la educación y uso de las mejores tecnologías de comunicación en todo el país, las fuentes y los costos de la energía, la seguridad ciudadana, la viabilidad del régimen de seguridad social en sus vertientes de salud y de jubilación, etc., etc., son temas sobre los que deberíamos conocer el grado de compromiso de los partidos y candidatos, y especialmente los “cómos” de sus propuestas, de modo que no sean solo promesas en el aire, sino un compromiso de prioridades coherentes y compatibles. Porque en la realidad, no puede enfrentarse todo con igual fuerza y determinación.
Dejo para el final, no porque sea menos importante, un asunto sobre el que he tenido reticencias, consciente de que hay muchos trade offs en sus diversas opciones: la reforma del sistema de elección de diputados y el financiamiento de los partidos políticos y de la actividad política en general.
Pero creo que ya hay suficiente “carne” en este artículo, de modo que espero retomar algo de lo planteado y agregar nuevos elementos en próximas ocasiones.
El autor es economista.