No necesitamos ni de izquierdas ni de derechas. En los últimos 60 años nos han gobernado 16 presidentes amparados a la voz del pueblo, siempre asentado en el centro, cuyo fruto es el que, salvo excepciones respetadas, nos gusta: amplio abanico de libertades, Estado de derecho, democracia republicana, justicia social y paz social.
La democracia republicana data del siglo antepasado, decretada por José María Castro Madriz, y ha sido el orgullo de los costarricenses. Estos 16 presidentes siempre han respetado este centro. Ellos son: Otilio Ulate, José Figueres, Mario Echandi, Francisco Orlich, José Joaquin Trejos, José Figueres (otra vez), Daniel Oduber, Rodrigo Carazo, Luis Alberto Monge, Óscar Arias, Rafael Ángel Calderón, José María Figueres, Miguel Ángel Rodríguez, Abel Pacheco, Óscar Arias (otra vez) y Laura Chinchilla.
Discurso cambiado. El izquierdismo del Frente Amplio (FA) cambió el discurso; ahora, por primera vez, dice respetar la democracia costarricense. Igual pasó en Cuba, cuya provincia rica es Venezuela, en franco proceso de destrucción de su economía, por decir lo menos. Con igual cambio de discurso, disimuladamente, lo mismo sucedió en Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Todas son democracias mortalmente heridas. El último populismo boliviano consiste en obligar al país a pagar dos aguinaldos y a multar al empresario, pequeño, mediano o grande, que no los pague.
El derechismo del Movimiento Libertario (ML) ofrece una dosis de supralibertad, o al menos libertad permisiva, y representaría la amenaza de privatización de nuestras apreciadas conquistas sociales. Por el contrario, el país debe consolidar lazos de unión, no de división, como es común en los países totalitarios, aunque hablen falsamente de libertades y democracia. Los males no se corrigen con otros males, ni con solo inteligencia verbal y juventud.
Habrá que hacer muchas cosas para sacar a la gente de la pobreza, el indiferentismo y el desánimo, pero no a base de cambiar lo probado, sino de mejorarlo. En definitiva, Costa Rica no necesita ni de la izquierda ni de la derecha, sino de atender a los más necesitados, y de una mayor solidaridad social.
Dividieron a los diputados de una mayoría parlamentaria, y el quehacer político nacional entró en turbulencia. De ahí que algunos pretendan pescar en río revuelto. Y de nada vale ahora señalar culpables, pero los hubo.
No es la juventud la que va a curar este mal, que ha herido el bien común de todos, sino el centrismo preferido del costarricense. Para salir de la turbulencia política se requiere la promoción de empresas privadas y agilizar las públicas, o como dice un autor, “subir a los de abajo sin bajar a los de arriba”.
Costa Rica siempre ha decidido escoger la mejor parte: estar en el centro, y hay muchos candidatos para votar.