Por recomendación de un amigo que ostenta el grado militar de general (uno de los más de 2.000 que hay en Venezuela) y para tratar importantes asuntos de gobierno, con la ayuda de una médium, Nicolás Maduro logró, una noche de tantas, dialogar con el espíritu de su tocayo Nicolás Maquiavelo, el autor de El príncipe. He aquí lo tratado.
–¿Es usted el que afirmó que el fin justifica los medios?
–Sí, lo soy.
–Pero me dicen que eso es malo.
–Pues le han mentido. Si no es el fin el que justifica el uso de los medios, ¿qué va a hacerlo? Fines elevados y nobles llaman a dedicar mucho esfuerzo y, de ser necesario, a incurrir en sacrificios para alcanzarlos. A los fines mediocres y bajos no hay que dedicarles mucho.
–No estoy seguro si entendí su respuesta. Pero, en todo caso, quisiera decirle que me muero por tener una nueva Constitución para mi país, Venezuela. Para ello estoy en el proceso de seleccionar a dedo quinientas personas quienes ayudarán a redactarla. ¿Qué le parece?
–Una tontería. ¿Dónde has visto que una constitución realmente digna de ese nombre, en verdad durable, haya sido jamás el resultado de la deliberación popular? Una constitución, como sostuve ante el gran Montesquieu, debe surgir completamente armada de la cabeza de un solo hombre o mujer; de lo contrario no es más que una obra condenada a la nada. Sin homogeneidad, sin cohesión entre sus diferentes partes, llevará en sí necesariamente la impronta de todas las debilidades conceptuales que han precedido su redacción. Debe ser la obra de una persona y de ello da testimonio la historia de todos los fundadores de imperios, el ejemplo de un Solón, un Licurgo, un Carlomagno, un Pedro I. La constitución es presentada en bloque y aceptada en bloque.
–Soy dictador, y quiero tener más poderes, pero yo no soy capaz de redactar una constitución que me lo permita.
–Entiendo que tampoco eres capaz de concebir qué debería contener dicho documento. Busca quién sí pueda hacerlo. (Pensó para sí Maquiavelo: En el mundo hay dictadores buenos, que ejercen una dosis prudencial de lo que se llama “dictadura blanda” y dictadores malos, que todo lo que tocan lo empeoran. Claramente me encuentro frente a uno del segundo grupo).
–Como por sus servicios la médium cobra caro, prefiero no abusar de ellos. Por tanto, quisiera hacerle solo una consulta más. Mi gobierno –por culpa del imperialismo del norte, el del capitalismo salvaje– enfrenta problemas financieros; el déficit fiscal ronda el 20% del PIB, la inflación casi llega al 1.000% y la mayoría de los habitantes del país, no así los del Gobierno, pasan penurias. ¿A qué debería, señor, dedicar prioritariamente los recursos del presupuesto nacional de la República Bolivariana de Venezuela?
–No creo que la salvaje ley de la naturaleza sea mala. Al contrario. Pero paso a contestar la pregunta. Debes dedicar una buena parte del presupuesto que aún te queda a la construcción de espaciosas y bellas cárceles, con baños sauna, gimnasios, canchas de tenis, bien surtidas cafeterías, amplias celdas y cómodas camas, pantallas planas, Internet, etc.
–¿Por qué así?
–¿Dónde crees que tú y tus acólitos van a pasar sus últimos días?
El autor es economista.