El río Colorado alimenta importantes ecosistemas hídricos en el Parque Nacional Tortuguero. Irriga el complejo sistema de canales y caños; mantiene los refugios de vida silvestre y humedales del sistema, todos de inapreciable valor ecológico e indudable importancia económica y social para Costa Rica. Sustenta el funcionamiento de los procesos naturales que contribuyen al desarrollo turístico y la preservación de la diversidad biológica, con paisajes de gran belleza escénica, siendo patrimonio orgulloso de la nación costarricense.
El impresionante caudal de este río, al abandonar el cauce del río San Juan de Nicaragua en el delta e ingresar a suelo costarricense, sobrepasa frecuentemente un millón de litros de agua por cada segundo que transcurre, especialmente en época de lluvias. Es clara fuente de riqueza ambiental, social y económica.
Desafortunadamente, las aguas de este caudaloso río también transportan abundantes sedimentos y residuos tóxicos importantes, cuyo impacto sobre los frágiles ecosistemas que dependen de esas aguas río abajo es importante e innegable. Además, causa efectos negativos sobre los frágiles arrecifes coralinos en el Caribe costarricense.
Aforos realizados en el río San Juan hacia fines de septiembre (INETER 2012), en el delta donde comienza el río Colorado, establecen que el aporte con que inicia este río es de 934.680 litros por segundo (nada menos que 80.000 millones de litros de agua en un día), que transportan 6,243 toneladas de sedimentos por día en ese tiempo, lo cual es suficiente lodo para llenar más de mil camiones con seis toneladas cada uno con el cieno arrastrado en un único día. Aunque en la época de sequía el caudal disminuye sensiblemente, en el mes de abril 2012 los aforos de su caudal marcaron 646.000 litros por segundo de agua y 2.836 Ton/día de sedimentos. Evidentemente, el río Colorado recibe mucha agua, pero también indeseable carga de sólidos.
Peor aún, no hablamos de agua químicamente pura ni de sedimentos libres de residuos tóxicos. Ambos son vehículo de residuos de los plaguicidas, metales, materia orgánica, hidrocarburos y tóxicos que se emplean abundantemente en el área de drenaje o cuenca hídrica del río. Por ejemplo, en las aguas del río San Juan en el Delta, en esas mismas fechas se encontró (CIRA/UNAN 2012) las siguientes concentraciones de estos plaguicidas: Diazinon 554.78 ng.l-1 , Metil-paration 1039.5 ng.l-1, Etoprofos 2345.42 ng.l-1 (en nanogramos por litro).
Estas concentraciones, al multiplicarse por el caudal de las aguas que ingresan al río Colorado según los aforos, indican la carga de contaminantes que recibe dicho río (en kilogramos por mes): Diazinon 1,340 kg/mes, Metil-paration 1,727 kg/mes, Etoprofos 5,684 kg/mes. Estos valores y cálculos pueden ser –y ojalá sean– comparados y verificados fácilmente con resultados que sean producidos por cualquier entidad científica independiente que reúna las calificaciones necesarias, mediante muestreos de las aguas del río Colorado, realizando aforos de caudales de líquidos y sólidos, y los análisis de laboratorio pertinentes. Felizmente, el mérito de las mediciones es su verificabilidad. Más importante aún es la pregunta: ¿Cuáles son los orígenes de estas indeseables substancias? Antes de cambiar de nombre y convertirse en el río Colorado, el río San Juan a su vez recibe de sus tributarios, incluidos los ríos Frío, San Carlos y Sarapiquí, indeseables tóxicos disueltos transportados por sus aguas, así como tóxicos contenidos en la impresionante cantidad de sedimentos suspendidos que arrastran estos ríos tributarios (datos de septiembre 2012, en toneladas por día) : río Frío 482,6 Ton/día, río San Carlos 5.499,6 Ton/día, río Sarapiquí 4.497,54 Ton/día. Nada menos que 10.500 toneladas de sedimentos arrastrados por tres tributarios en un solo día, equivalente a 1.747 camiones cargados con seis toneladas de lodo cada uno, lodo que contiene tóxicos peligrosos a la vida y a los ecosistemas del San Juan y del Colorado. ¿Quién quiere esto para su país?
En consecuencia, para reducir el severo impacto que los sedimentos y substancias residuales tóxicas causan en el río Colorado, resulta urgente implementar medidas que reduzcan la erosión, controlen y eliminen efectivamente el uso intensivo de esos contaminantes en las muy degradadas cuencas hídricas tributarias; causas que funcionan como un boomerang sobre los intereses y patrimonio natural tanto de Costa Rica como de Nicaragua.
Lamentablemente, esto es imposible en el clima de confrontación estéril actual: por ello el Grupo Ad Hoc de Observación Ambiental (Nicaragua) ha propuesto una forma de concertación que eventualmente eliminaría la razón de las demandas que ambos países elevaron ante La Haya.
Es hora de acordar formas sensatas de entendimiento y cooperación inteligente entre ambos Gobiernos y naciones, cortando nudos gordianos y solucionar la degradación del río Colorado, el cual por su naturaleza no es otro que el mismo río San Juan, cuyo nombre cambia en la frontera. Este río debe ser aprovechado y protegido conjuntamente, impostergable responsabilidad de ambos países.
Salvador Montenegro Guillén Director fundador, Centro para la Investigación en Recursos Acuáticos de Nicaragua. Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua