Una vez eliminado el riesgo de una recesión, el país tendría que reactivar la economía, pero no con más de lo mismo. Esto supone la corrección del rumbo hacia políticas públicas de desarrollo productivo y redistribución de los incentivos entre las actividades y los sectores económicos para lograr que la economía sea más incluyente, utilice los recursos existentes, especialmente para reducir las tasas de desempleo y subempleo. El norte es una modernización de la estructura económica que sea incluyente, esto es, que llegue a más sectores y a más territorios.
¿De qué se trata la modernización económica inclusiva? Hay que verla por sectores económicos: vieja economía, nueva economía y servicios de apoyo, que se encargan, según el censo del 2012, del 33%, del 20% y del 47% de los ocupados respectivamente.
Nueva economía. Durante más de tres décadas, nuestro país ha concentrado sus políticas públicas en un sector de la nueva economía, asociado a la inserción internacional y a la diversificación de las exportaciones, para lo cual ha construido un aparato público eficiente y robusto, bien financiado para estos efectos.
A partir de los años noventa se crearon más instituciones para los sectores financiero y externo (comercio y atracción de inversión) que en la época dorada del estatismo costarricense, los setenta, fueron muchas más y bien financiadas.
Las mejores retribuciones del sector público están en este sector, cuya actividad se ha concentrado en pocos cantones de la región central.
En la nueva economía, están el 20% de los ocupados y se descompone en la economía agroexportadora no tradicional, los nuevos servicios y las zonas francas. Estos nuevos servicios abarcan un 11% del total de ocupados y se refieren a los turísticos, la nueva banca, las nuevas comunicaciones, los seguros, los centros de llamadas y el software, etc.
Por supuesto que las políticas públicas requieren ciertas remodelaciones: eficiente administración de tratados; renegociación al menos de las exoneraciones hacia compromisos sobre la generación de valor agregado y empleo; y regular y poner a contribuir a los nuevos servicios.
Vieja economía. Por otro lado, las políticas de desarrollo productivo y transferencia tecnológica hacia los sectores tradicionales de la economía (entre estos, agropecuarios, exportación tradicional, industriales) se han dejado en expresiones mínimas o, directamente, han sido desmanteladas.
Estas no se han modernizado, sino que se han tornado reactivas y para resolver problemas de grupos que tienen capacidad de ejercer presión.
La vieja economía todavía genera un 33% de la ocupación y se descompone en la industria y la exportación agropecuaria tradicionales y la economía agrícola para el mercado interno.
No se trata de revivir viejas políticas proteccionistas, sino de recuperar el mejor sentido y las mejores experiencias en la transferencia tecnológica, tanto financiera y técnica como organizativa para incrementar la productividad, la agregación de valor, al crear cadenas globales de valor, con base regional, al promover la innovación.
Servicios de apoyo. El sector de servicios de apoyo es muy heterogéneo y definitivamente tiene un gran peso en la economía nacional desde la perspectiva del empleo. Ahí se encuentran desde servicios que se brindan en la informalidad hasta otros que se desarrollan dentro de la formalidad y que pueden ser muy productivos.
Su característica es que pueden servir a la vieja o a la nueva economía, aunque mayoritariamente lo hacen a la primera, o son finales, esto es, que son demandados por personas que pertenecen a cualquier sector económico.
El sector de servicios de apoyo es en donde está el 47% de los ocupados. Se compone del comercio, del gobierno y de otros servicios no especializados y especializados. No se incluyen los sectores modernos. La mayor parte no son especializados (13% del total de ocupados) y tan solo un 7% son especializados.
Las políticas públicas en estos sectores se han quedado en retórica, en promesas que generan grandes expectativas para la población, pero han resultado poco eficaces, como hasta hace poco el Sistema de Banca para el Desarrollo, actualmente reformado. Este sistema aún presenta limitaciones y sus recursos disponibles prácticamente están colocados a la fecha.
La excepción son los dineros que Banca para el Desarrollo está devolviendo al sector privado (17% de sus depósitos a la vista) para ser colocados por medio de grandes empresas, que asumen el riesgo del préstamo y a su vez lo prestan para reforzar la capacidad financiera de sus asociados. Pocos nuevos se beneficiarán.
La educación para la formación de capacidades, o como prefiere decir la OCDE, competencias, son débiles y no siempre responden a los requerimientos de las personas en estas ocupaciones.
En los últimos años se ha incrementado el número de colegios técnico profesionales y la matrícula de manera significativa y se han comenzado a corregir orientaciones del INA para acoger a estos sectores y darles herramientas, más allá de varios planes de negocio para los más emprendedores. Su conexión con la Banca para el Desarrollo sigue siendo débil.
Conclusión. Debemos aceptar nuestra heterogeneidad productiva y que no es sencillo convertir a un frijolero en un operario de Intel, o en un operario de call center.
Por supuesto que necesitamos gestionar mejores políticas públicas y acciones para la educación y la infraestructura, pero necesitamos, fundamentalmente, que sean acciones eficaces.
El escaso acceso al financiamiento de riesgo y para los que no tienen garantías sigue siendo un obstáculo para la inclusión.
Las políticas tienen que ser inclusivas; deben generar oportunidades. Tenemos que volver a enganchar empleo y producción en un entorno económico que sea favorable: cierta estabilidad de precios y tipo de cambio que no desestimule la producción en nuestro territorio.
El autor es economista.