En una vieja y simpática novela del versátil Francois-Marie Arouet (1694-1778), más conocido por su nom de plume Voltaire, que en su versión virtual se puede obtener gratuitamente en el Proyecto Gutenberg (EBook #9895), uno de los personajes llamado Babuco tiene un peculiar encuentro con un mercader. La escena es la que cito de seguido y de la cual conservo la ortografía:
“Fué [Babuco] de allí á pasar la tarde á las tiendas de mercaderes de magnificencias superfluas. Llevóle un sugeto inteligente que se había hecho amigo suyo, compró lo que halló de su gusto, y con muchas cortesías se lo vendiéron mucho más caro de lo que valía. Quando hubo vuelto á casa, le hizo ver su amigo que le habían estafado”.
Un instante después “llamáron á la puerta, y entró el mercader que le traía á Babuco su bolsillo que se había dexado olvidado encima del mostrador. ¿Cómo es posible, dixo Babuco, que seais tan generoso y escrupuloso, después de haber tenido cara para venderme vuestras buxerías quatro tantos más de lo que valen?
”No hay en toda la ciudad, le respondió el mercader, negociante ninguno algo conocido, que no hubiese venido á traeros el bolsillo; mas quando os han dicho que os he vendido lo que en mi tienda habeis comprado al quadruplo de su valor, os han engañado, porque os lo he vendido diez veces mas de lo que ello vale: y esto es tan cierto, que si dentro de un mes os quereis deshacer de ello, no os darán ni el diezmo.
”Y no hay empero cosa mas conforme a razón, porque siendo el antojo de los hombres lo que da valor á estas fruslerías, ese mismo antojo da de comer á cien obreros que empleo yo, y á mí me da una casa bien puesta, un buen coche, y buenos caballos. Este antojo es quien vivifica la industria, y mantiene el fino gusto, la circulación y la abundancia. A las naciones comarcanas les vendo mucho más caras que á vos esas mismas frioleras, y de ese modo sirvo con provecho al imperio”. Paróse Babuco pensativo un rato y no dijo nada.
Por supuesto que se trata de una ingeniosa novela, pero el razonamiento del mercader no deja de tener un toque de verdad cuando dice que es “el antojo de los hombres lo que da valor” a muchas de las fruslerías objeto de compra-venta en el mercado. Y –para muestra– otras piezas de información, fáctica no novelesca, a menos que el lector quiera considerarlas así.
Dice una noticia publicada en la revista Food & Drink en su edición del pasado 15 de agosto, que los vinos tintos franceses borgoñones de la zona de Cotes de Nuits, hechos con la uva Pinot Noir, sobresalen entre los más caros del mundo. En efecto, una botella ordinaria (750 ml) del vino Romanee-Conti Grand Cru tiene precios que en promedio rondan los $13.000, pero que algunas botellas se han vendido por $50.000. ¿No será esto más que el “sobreprecio” que el mercader de “magnificencias superfluas” de la novela de Voltaire cobró a Babuco?
¿No es cierto que mucamas japonesas han vendido por sumas exorbitantes, a señoras extranjeras, las sábanas de las camas del hotel donde durmió alguno de Los Beatles o David Beckham? ¿No ofrecieron acaso un millón de dólares a la Miss Colombia por posar sin barreras textiles y a Pepe Mujica una suma igualmente alta por su viejo VW vocho? ¿No será el antojo (de hombres, mujeres y trans adinerados) lo que da valor a esas chucherías?
El autor es economista y escritor.