Desde épocas ancestrales, la humanidad se ha visto afectada por brotes devastadores de cólera. Hipócrates (460-377 a. C.) y Galeno (129-216 d. C.) describieron una enfermedad que probablemente era cólera, y hay indicios de que los habitantes de las llanuras del río Ganges conocían en la Antigüedad una enfermedad similar al cólera.
Los conocimientos modernos datan de los comienzos del siglo XIX, época en que los investigadores empezaron a profundizar en las causas de la enfermedad y en su tratamiento. La primera epidemia mundial comenzó en 1817 en Asia sudoriental. Esa primera epidemia y las que le sucedieron cobraron un oneroso tributo, propagándose por todo el mundo antes de remitir.
Epidemia devastadora. En nuestro medio, en el año 1856, 10.000 personas murieron de cólera, lo que representó el 10% de la población de ese entonces. El cólera fue más devastador que la batalla contra los filibusteros, la mitad de las tropas enfermaron y un tercio falleció. Los soldados enfermos llegaron al Valle Central y en pocas horas la población empezó a enfermar. La contaminación de acequias, pozos y ríos era la tónica, dado que no se contaba con letrinas. La mitad de la población enfermó, sin diferenciar clases sociales.
El vicepresidente Oreamuno moriría de cólera sumándose a las víctimas de esta epidemia. El cólera duró dos meses en nuestro territorio, dejando una estela de dolor y desolación que tardó décadas en superarse. Desapareció de manera repentina; se especula que debido al ingreso de la época lluviosa y que la población empezó a consumir agua de lluvia, cortando el ciclo de transmisión. La adoración al Dulce Nombre de Jesús fue una herencia de esa época.
El cólera es una infección bacteriana aguda, que afecta el intestino y produce diarrea y vómitos de gravedad variable. El 75% de las infecciones puede ser asintomática; del restante 25%, 5% presenta un cuadro clínico leve o moderado; de estos, el 3% requiere atención médica sin hospitalización, y tan solo un 2% de los pacientes progresan a Cholera gravis. Las complicaciones que comprometen la vida son secundarias a la deshidratación, y varían en intensidad y gravedad.
Antes de la terapia de rehidratación, morían entre el 30% y 50% de los pacientes que presentaban Cholera gravis. En la actualidad, cuando se proporciona el tratamiento adecuado, la mortalidad es inferior al 1% de los casos notificados. Costa Rica reportó 125 casos entre los años 1992 y 1997, 80% de los cuales fueron importados. El 79% se presentó entre adultos en edad productiva.
Incremento de casos. Desde el 2009, el número de casos de cólera registrados a nivel global se incrementó en un 16% comparado con lo registrado durante el 2008. Un total de 221.226 casos, incluidas 4.946 defunciones, fueron notificadas por 45 países, con una tasa de letalidad del 2,24%.
A mediados de octubre del año 2010, en Haití se registró un incremento de enfermedad diarreica aguda, confirmándose el aislamiento de V. cholerae O:1 serotipo Ogawa. Lo que ha aumentado el nivel de alerta nacional e internacional.
El cólera se transmite por la vía fecal-oral, principalmente a través de las heces y vómitos de los enfermos. También las heces de los portadores asintomáticos pueden actuar como diseminadores de la infección, sobre todo en condiciones que favorecen la contaminación del agua y los alimentos. Las heces de un individuo infectado pueden contener bacterias viables, aun uno o dos días antes del inicio de los síntomas, y continúan excretándolas usualmente durante una semana, pero en algunos pacientes puede persistir por varios meses si no se administra el antibiótico apropiado.
Ante este panorama, Costa Rica debe estar preparada, para lo cual es fundamental, como ya se ha hecho, la vigilancia de laboratorio, activar los protocolos de vigilancia de la salud y a nivel clínico. Pero, sobre todo, enfatizar en la población la necesidad del adecuado y constante lavado de manos, uso de agua segura para lavar y preparar alimentos. Como recomendación a los viajeros a países endémicos, no ingerir alimentos crudos, como ensaladas o mariscos. Si se ha viajado a países endémicos y se inicia con diarrea, se debe consultar a los servicios de salud de manera oportuna.
Hoy, a diferencia del pasado, el cólera es una enfermedad de la pobreza; ataca con fuerza en aquellos lugares afectados por la desnutrición, el pobre o nulo saneamiento ambiental, donde el agua adecuada para consumo humano no se distribuye de manera equitativa, donde el manejo de los residuos sólidos sobrepasa la capacidad institucional de recolección, donde las personas no conocen o no practican hábitos adecuados de auto cuidado.
Tenemos una nueva amenaza a nuestra salud; sin embargo, como ya lo hemos hecho, podemos superarla.