Todos quienes desde hace más de 15 años hemos sido elegidos a un cargo público al amparo de la bandera de Acción Ciudadana (concejales de distrito, síndicos, regidores municipales, alcaldes, diputados y hasta el presidente de la República) sin duda alguna debemos nuestros cargos a la concreción de las ideas de Ottón Solís, al acuñamiento del término “PAC”, que vino a ofrecer una nueva forma de hacer política en el país: con decencia, sin despilfarros, con seriedad, de cara al electorado.
Ottón Solís abrió una brecha, dio en el clavo con el sentir de la población del país, generó las ilusiones de centenares de miles de electores. Ha sido valiente y, sobre todo, consecuente.
Hicieron mal quienes, años atrás, pusieron a Ottón detrás del mecate; muchísimo más mal hicieron quienes atendieron la perversa recomendación de “esconder a Ottón para ganar” y apenas se vieron con acceso a fondos públicos (y sin Ottón en la campaña), los derrocharon a manos llenas en una segunda vuelta electoral sin contrincante, beneficiando a quienes medran de la política y sacrificando las bases del Partido que siguieron trabajando con mística y entrega.
Actuaron mal, también, quienes, habiendo ganado las elecciones, olvidaron el compromiso de gobernar con los mejores y más experimentados y recurrieron tanto a figuras políticas de otros partidos, que nada de esfuerzo habían dado, como a principiantes sin experiencia pública y, por lo visto, sin siquiera atestados profesionales, pero sí con la característica de haber estado en planilla durante la campaña.
Inclaudicable. No podían nunca pretender que Ottón Solís disimulara el canje de plazas a las que se había renunciado en el Congreso para asegurar la elección de un Directorio legislativo, ni que Ottón considerara aceptable la incorporación a la fracción legislativa de un diputado desconocido por la Asamblea Nacional del Partido y denostado por el propio presidente de la República siendo candidato.
Ottón no habría de consentir en la recalificación hacia arriba de una plaza de chofer en la Asamblea para mejorar la condición de una persona dirigente del Partido. Como presidente de la Comisión de Hacendarios no iba a aceptar un desproporcionado aumento presupuestario presentado por el Ejecutivo, aunque ello sirvió para fumigarlo de la comisión en los siguientes períodos, a pesar de ser el mejor y el más estudioso hacendista del país.
Ottón denunciaría que las cosas que se veían malas y deplorables en otras administraciones pasaran a ser aceptables cuando las hace el gobierno propuesto por el Partido Acción Ciudadana, como es el caso de los errores en la asignación de sobresueldos a integrantes del Poder Ejecutivo.
Por cierto, ¿qué se hizo el Código de Ética firmado por ministros, viceministros, y creo que el propio presidente, el 8 de mayo del 2014? ¿Quién vigila su cumplimiento? Creo que muchos de quienes apoyamos a Acción Ciudadana y al actual gobierno, y creemos que el pensamiento participativo y ético del Partido ha de permanecer en la política costarricense por muchos años más, veríamos con mucho agrado una seria rendición de cuentas sobre el cumplimiento de ese código, y que se haga ahora, no en otro momento (debió hacerse al final del primer año, del segundo y del tercero), y que incluya también a quienes ya no están.
Hablar. Apoyar a un Gobierno no significa quedarse callado cuando, como en el caso de la calle de acceso a la terminal portuaria “se corre el continente” 80 metros para evitar el cumplimiento de una ley, o se castiga con bajar la publicidad a un medio incómodo, o que se ignore la perpetuación de autonombramientos de directores en subsidiarias de bancos y autónomas.
Tampoco es dejar de subrayar pasajes contrarios a la dignidad nacional y de sus agricultores o que nuevamente impulsan la “nivelación de la cancha” para los bancos privados, como descubre Ottón que ocurre en los documentos de incorporación del país a la OCDE, al tiempo que llama al presidente a “orientar las negociaciones de manera que no volvamos a las simplificaciones y polarizaciones del pasado”.
El diputado Solís Fallas no se ha quedado callado. Se desmerecen quienes lo ponen detrás del mecate o quienes, como ahora, pretenden silenciarlo y lo sacan de la Comisión de la Asamblea en donde se conocen denuncias de actos que atentan contra los fondos públicos.
En temas de integridad, Ottón se ha ganado el respeto de los costarricenses y debería tenerlo sin merma alguna por parte de quienes llegaron a puestos públicos gracias a esa visión de la política.
El autor es exdefensor de los habitantes.