Hay en este mundo dos clases de lucha: una material y otra espiritual. La lucha material es más visible, pues tiene que ver con la producción de riquezas, que pueden ser bienes inmuebles, empresas o cuentas bancarias.
En cambio, el espíritu es también una fuerza potente en busca del bien espiritual, y que ignora o menosprecia los bienes materiales. Se trata de acudir en auxilio del que necesita ayuda, sin reparar en el costo. Así, pues, el bien espiritual se halla sobre el bien material.
Hay, por ejemplo, una diferencia original muy grande entre el niño pobre y el niño rico. Al rico no le falta nada, al pobre le falta casi todo. Al rico le sobra la leche, al pobre le cuesta conseguir un pedazo de pan. Al espíritu le corresponde trabajar para corregir esa situación.
Comunismo. El comunismo trató de resolverlo con un régimen dictatorial y ateo, donde la fuerza espiritual no existe: todo es materia. Los países nórdicos todavía tienen rey, pero han dejado trabajar al que sabe trabajar y producir riqueza; luego, le quitan con impuestos una buena parte de lo que produjo, para darle de comer al necesitado. Esta es una actitud espiritual.
En el comunismo se olvidaron de la fuerza espiritual. Se olvidaron de que el hombre no es solo carne, sino que también lleva interiormente una fuerza espiritual que, cuando se orienta bien, produce milagros.
Religiones. Las religiones han pretendido darle a Dios la forma de un hombre, pero resulta difícil creer que todo el universo infinito lo haya creado un ser con figura de hombre.
Dios es el poder supremo, la fuerza creadora de todo el universo, cuyo destino es el bien.
Por razones desconocidas, también existe un reino de la maldad, cuya creación se le atribuye a Lucifer. El destino de la creación universal es destruir el mal, y el día en que eso suceda habrá nacido la felicidad eterna.