En el siglo XVI, la Inquisición por poco ejecuta a Galileo Galilei por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol. Hoy en día, este es un concepto de sentido común; nadie en su sano juicio lo niega o lo cuestiona.
Alrededor de 1800, surgió la frenología, una corriente de pensamiento que afirmaba que la forma del cráneo podía determinar el carácter de las personas, como tendencias criminales o moralidad. Se estuvo muy cerca de enjuiciar penalmente a personas simplemente porque su cráneo tenía cierta forma. Actualmente, esta idea se ha descartado completamente.
En el mismo siglo, cuando abrió la primera empresa de trenes públicos en Inglaterra, la gente estaba en contra de su uso como medio de transporte, ya que pensaban que el cuerpo humano se derretiría al viajar a velocidades mayores a 50 km/h. Hoy en día, existen trenes donde los pasajeros viajan a más de 200 km/h sin ningún problema.
Instaurar nuevas ideas en el campo de la ciencia nunca es fácil. Casos como los anteriores ejemplifican cómo un avance científico en ocasiones rompe paradigmas muy instaurados en la sociedad.
Naturalmente, al romper un esquema que ha existido por mucho tiempo, saldrán en su momento personas que estén en contra. Esta oposición se puede ver como algo normal, pues las personas, ante cambios drásticos, generan mecanismos de defensa mientras se ajustan a la nueva realidad.
En el siglo XXI, nos encontramos ante la dicotomía de la información y la desinformación. La primera ayuda enormemente a las personas a ajustarse al cambio, basándose en fundamentos científicos. Este camino contribuye a que algunos superen esa resistencia al cambio más rápidamente que los demás, y puedan utilizar el nuevo conocimiento en su beneficio.
Lo peligroso está en la segunda ruta, la de la desinformación, pues hace que esta resistencia al cambio se enardezca o confunda a las personas para tomar un criterio. Es la desinformación la que lleva a afirmar que la Tierra es el centro del Universo o que viajar en tren hace que nuestro cuerpo se derrita.
Internet y OGM. La difusión de ideas erróneas y en contra de nuevas tecnologías tiene mucha más fuerza hoy que en 1800 o en el siglo XVI. El uso de redes sociales y la simplicidad de hacer clic en “compartir” facilitan la difusión viral de ideas que pueden o no estar respaldadas por un fundamento científico. Es imprescindible tener un criterio respecto a lo que leemos antes de aceptarlo como verdad y difundirlo.
Un claro ejemplo de esto es lo que viene ocurriendo en los últimos años con los organismos genéticamente modificados (OGM). Abundan los enlaces y comentarios de redes sociales que afirman que los OGM son dañinos para la salud y el medio ambiente. Pero, ¿son estas fuentes confiables? Es muy ingenuo creer una afirmación solo porque otra persona lo dice. Es tarea del lector evaluar si lo que lee tiene fundamento o no.
Este fundamento viene de la experimentación científica, que sigue un riguroso método para evaluar el peligro de cierta sustancia u organismo para la salud humana y el medio ambiente. En el caso de los OGM, la evidencia científica indica que no tienen ningún efecto nocivo sobre la salud humana.
La investigación llevada a cabo hasta el momento no ha detectado ningún riesgo directamente relacionado con los cultivos transgénicos. Las pocas publicaciones que dijeron lo contrario fueron rápidamente refutadas y rechazadas por la comunidad científica, para ser almacenadas para siempre en el vergonzoso rincón de la pseudociencia.
Por supuesto, no estoy esperando que el lector crea esto solo porque yo lo digo. En realidad lo invito a informarse al respecto utilizando fuentes de confianza. Si el lector busca fuentes más digeribles y fáciles de leer para quien no se desenvuelve en el mundo de la ciencia, puede optar por páginas de Facebook, como “Sí quiero transgénicos” o “Bioseguridad Costa Rica”.
Los lectores más familiarizados con el campo de la ciencia pueden consultar fuentes de información más específica, como el proyecto Genera , que es una base de datos que recopila investigaciones de expertos sobre los riesgos relacionados con la ingeniería genética. Incluye resúmenes de los aspectos más importantes de cada investigación, así como el acceso a los textos completos.
La gente siempre le teme al cambio. La gente le temía a la electricidad, al carbón, a los automóviles, a los teléfonos celulares y al WiFi. Es algo normal. Pero está en nosotros que la ignorancia no lleve al miedo, sino a la curiosidad. La aparición de nuevas tecnologías debe llevar a la búsqueda de información y a formar un criterio lógico para determinar si algo es bueno o malo. Y ese criterio nos ayuda para salir de la desinformación. No hay que creer todo lo que se lee en Internet, sino analizar la información y decidir qué se va a apoyar: ¿La posición que es así “porque sí” o la que tiene respaldo y evidencia?
El autor es doctor en Biotecnología y Biología Molecular.