Las escalofriantes cifras son públicas para quien quiera estar bien informado: según datos de la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia, el año pasado asesinaron en Venezuela a unas 25.000 personas, colocándose como una de las naciones más peligrosas del mundo.
Desde que se instauró hace 15 años el chavismo, la inseguridad ciudadana ha ido aumentando de manera imparable como parte del desmoronamiento socioeconómico de una sociedad en caída libre. Y, desde luego, el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, no parece tener las facultades necesarias para sacar al país del atolladero.
Por si Maduro no tuviera suficientes problemas con el crimen rampante, la inflación disparada y la escasez creciente de productos básicos, el asesinato a sangre fría de la ex Miss Venezuela Mónica Spear y su pareja, Thomas Henry Berry, ha conseguido lo que hasta ahora no se había logrado: que los venezolanos, divididos casi a la mitad entre chavistas y opositores, se unan en la indignación colectiva contra un Gobierno al que perciben como un mal gestor, incapaz de detener la violencia que campea en las calles a sus anchas.
Todos los días hay muertos en Venezuela con historias tan o más truculentas que la que acaban de sufrir las familias de esta famosa pareja, cuya pequeña hija, además, se recupera de un balazo en la pierna que recibió de los presuntos implicados en el crimen que acabó con la vida de sus padres. Pero el trágico final de Mónica Spear y su esposo ha prendido en el imaginario colectivo con la misma fuerza con que enganchan las telenovelas que la joven artista llegó a protagonizar. Dos vidas estelares truncadas provocan el descalabro nacional al comprobar que ni tan siquiera las fantasías más rosas escapan al horror diario en la Venezuela del socialismo del siglo XXI.
El tramo de la vía Puerto Cabello-Valencia, donde la banda de delincuentes acribilló a tiros a la familia, es conocido por los asaltos y robos a viajeros. El Día de Reyes, Spear y Berry tuvieron la mala fortuna de sufrir una avería en tan peligroso paraje, pero no ha sido la primera vez que alguien es víctima del crimen en esta carretera. Tal vez otros no reciban tanta atención mediática como ha sucedido en esta ocasión con una noticia que ha cobrado proyección internacional.
El gobierno de Maduro apenas ha tenido tiempo para componerse frente a las manifestaciones multitudinarias que, a la hora de llorar a una ex Miss Venezuela, no reparan en rencillas ideológicas. En medio de la sorpresa por la explosión en las redes sociales y el duelo nacional, el presidente armó una componenda con los líderes de la oposición para luchar “juntos” contra la inseguridad. No le quedó más remedio que sacar la bandera blanca y jugar a hacer las paces porque hasta sus propios partidarios se le echaban encima.
La lamentable desaparición de Mónica Spear, encarnación de la belleza y el triunfo, resulta demasiado en el mar de adversidades de los venezolanos. Si hasta una querida y popular reina de belleza puede acabar apilada en una de las atestadas morgues de Caracas, sin duda el país ha tocado fondo y ya ni las telenovelas, el último refugio de la imaginación que trasciende las miserias cotidianas, tienen un final feliz. Eso no se puede tolerar.
Desde que Maduro llegó al poder no se le ha visto más conciliador con una oposición a la que suele insultar y acosar. Hoy la muerte de Spear es la catarsis de todos.