WASHINGTON, D.C. – Millones de personas paupérrimas en el mundo enfrentan desafíos relacionados con el agua –desde la falta de acceso al líquido hasta la escasez y las disputas por el suministro–, con profundas consecuencias para la seguridad, el desarrollo económico y las sustentabilidad ambiental. Mientras los líderes mundiales diseñan una agenda de desarrollo para suceder a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que expiran en el 2015, ocuparse de estas cuestiones debería ser una máxima prioridad.
Consideremos lo siguiente: casi 1.000 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a agua potable y 2.500 millones de personas no cuentan con instalaciones sanitarias adecuadas. Los costos son impactantes: miles de muertes infantiles todos los días y pérdidas económicas anuales calculadas en $260.000 millones, más del doble de la cantidad total de asistencia oficial para el desarrollo.
Peor aún: el cambio climático hará que los suministros de agua se tornen más impredecibles, con inundaciones y sequías cada vez más frecuentes e intensas, que imponen costos humanos y económicos significativos e impiden el desarrollo en los países pobres. Y la población global en expansión –que se calcula llegará a más de 9.500 millones de personas en el 2050– saturará aún más los recursos de agua.
Se necesita una acción urgente para asegurar el acceso al agua e instalaciones sanitarias seguras y costeables. En primer lugar, se necesitan mejoras drásticas en los servicios relacionados con el agua – incluyendo suministro e instalaciones sanitarias, irrigación y desagüe, energía e instalaciones ambientales– para mejorar los resultados en materia de salud y permitir que más gente escape de la pobreza.
Los Gobiernos deberían tomar la delantera y asegurar una gestión cuidadosa y un uso sustentable de los escasos recursos acuíferos. La producción de alimentos y energía –entre otros–, que implica un alto consumo de agua, depende de suministros ininterrumpidos. Si se quieren establecer objetivos claros para gestionar la escasez de agua, se necesitan datos confiables y oportunos para entender las variaciones en la calidad y la cantidad de agua causadas por el cambio climático y la degradación ambiental, así como para identificar patrones de consumo de agua por parte de los hogares, los agricultores y la industria.
Ocuparse de estos desafíos vinculados al agua requiere de mayores esfuerzos en cuatro áreas. Para empezar, se pueden propiciar tecnologías nuevas y emergentes para diseñar soluciones en escala y más efectivas en términos de costos. Hoy existen más dispositivos móviles conectados a Internet que seres humanos, lo cual ofrece una amplia red para crear y brindar soluciones basadas en tecnología móvil.
Por ejemplo, las autoridades públicas pueden hacer uso de aplicaciones móviles para identificar y responder a los reclamos de los ciudadanos sobre suministro de agua y servicios sanitarios, mejorando así la transparencia y la responsabilidad. En Liberia, recolectores de datos en motocicletas utilizaron teléfonos móviles para mapear 10.000 puntos de agua antes desconocidos, una iniciativa que dio como resultado el primer plan de inversión acuífera del país, lanzado el año pasado.
En segundo lugar, para expandir los servicios a los pobres sin sobrecargar los presupuestos públicos ya en problemas, los responsables de las políticas deberían buscar asociaciones nuevas e innovadoras con actores del sector privado. Por supuesto, esto requiere una regulación efectiva para proteger a los consumidores, junto con estructuras de gobernanza sólidas para asegurar que los servicios puedan recuperar los costos (y que, así, se los distribuya de manera consistente a largo plazo). Por ejemplo, Kenia, en un intento por atraer inversores privados, ha ofrecido informes previos de 43 empresas de servicios públicos.
Existe una oportunidad importante para que actores privados inviertan en ofrecer servicios de agua costeables a segmentos pobres y no atendidos de poblaciones de países en desarrollo, debido a una enorme demanda sin explotar. En Bangladesh, Indonesia, Perú y Tanzania, se estima que el mercado de servicios sanitarios mejorados tiene un valor de $2.600 millones.
De hecho, las instalaciones sanitarias representan la tercera área que exige una mayor atención. Un alto porcentaje de la población del mundo carece de acceso a instalaciones adecuadas para la eliminación de desechos humanos. Programas locales destinados a cambiar el comportamiento de las comunidades podrían contribuir a un ambiente más limpio y a mejores resultados sanitarios.
Como demuestran los ODM, los objetivos de desarrollo requieren un contexto de implementación sólido, que incluya financiamiento suficiente y datos de alta calidad para incrementar rápidamente las iniciativas, a la vez que se establecen responsabilidades y se asegura la sustentabilidad. Aquí, el liderazgo político a nivel nacional es clave.
Finalmente, los líderes mundiales deben reconocer que será imposible abordar de manera efectiva el desafío del agua sin confrontar el desafío del clima. Esto exige un esfuerzo concertado para aprovechar las oportunidades a la hora de alcanzar un crecimiento sustentable, asegurando al mismo tiempo una inversión adecuada.
Por supuesto, hay mucho por hacer fuera de los sectores del agua y las instalaciones sanitarias. En áreas como la agricultura, la energía, el sector forestal y el planeamiento municipal, todos los días se toman decisiones sin importar las implicaciones para la disponibilidad y sustentabilidad del agua, una situación que se torna aún más complicada cuando los recursos acuíferos atraviesan fronteras naturales.
En este contexto, se necesitan estrategias más integradas y cooperativas para mejorar la gestión del agua. Pero las negociaciones para alcanzar acuerdos de cooperación en materia de agua están minadas por la percepción de riesgos asociados con cuestiones vinculadas con la responsabilidad, la soberanía, la equidad y la estabilidad. Los responsables de las políticas pueden mitigar esos riesgos fortaleciendo las instituciones, el conocimiento y las habilidades que son necesarias para gestionar el agua de manera más eficiente, inclusive entre los hogares, los agricultores y las empresas.
Hoy no existe un proyecto único para la cooperación internacional, pero los países pueden aprender de las experiencias mutuas, empleando estrategias que tuvieron éxito en otras partes para sellar acuerdos duraderos entre intereses enfrentados. Estas estrategias también deben estar abiertas a la innovación, en cuanto a instrumentos y garantías legales y financieros, y deben ser consideradas como legítimas por los diversos electorados, inclusive por la gente joven que heredará los acuerdos que se firmen hoy.
La gestión eficiente del agua y los servicios sanitarios tiene el potencial de transformar las economías y las vidas de las personas más pobres del mundo. No hay tiempo –ni agua– para desperdiciar.
Mahmoud Mohieldin es enviado especial del presidente del Banco Mundial. © Project Syndicate.