Hace pocas semanas, en el marco de la reunión anual del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, en Ginebra, el eminente investigador del Instituto de Demografía de Viena, Dimiter Philipov, compartía los resultados de sus estudios sobre las familias contemporáneas. Señalaba que: 1- Las familias están variando en el número de sus miembros, es decir, el tamaño de las familias ha cambiado, se ha reducido, ya que las personas tienden a casarse más tardíamente y a tener menos hijos. 2- A lo interno de estas conformaciones familiares, su composición y dinámica también se ha visto modificada en las últimas décadas, dando lugar a una mayor presencia de hogares mono-parentales, de familias extendidas, en las que conviven varias generaciones, familias reconstituidas y los propios hogares derivados de las uniones de personas del mismo sexo. 3- La familia está adquiriendo cada vez más peso en los organismos internacionales. En instancias como Naciones Unidas y la Unión Europea, desde el punto de vista de los Derechos Humanos, la familia cada vez tiene más cabida y un mayor reconocimiento. Las Naciones Unidas señalan que “debido a la persistencia de la pobreza y las tasas crecientes de desintegración de las familias y de los hogares mono-parentales, las prestaciones por hijos se consideran cada vez más decisivas para reducir la pobreza, asegurar el bienestar básico del niño y mejorar el desarrollo en la niñez”.
Esta realidad también ha quedado registrada en los estudios de la CEPAL, a mediados de la década anterior, los cuales muestran que las familias latinoamericanas han experimentado modificaciones relevantes en sus conformaciones y dinámicas. Los matrimonios han disminuido, los divorcios han aumentado y los hogares mono-parentales –jefeados principalmente por mujeres– han crecido en número. Factores muy diversos y complejos, sociales, económicos, jurídicos y políticos, confluyen para este cambio en la realidad que experimentan las familias.
De esta manera, de acuerdo con la encuesta de hogares de 18 países de América Latina, realizado por la CEPAL para el 2005, el 20,9% estaba conformado por familias nucleares convencionales, el 28,3% por otras familias nucleares, el 23,7% eran familias extendidas y compuestas, el 14,9%, hogares unipersonales y sin núcleo, el 10,5%, familias nucleares mono-parentales con jefatura de mujer y el 1,7%, familias nucleares mono-parentales con jefaturas de hombre.
Como vemos, con base en estos estudios, está muy claro que en las últimas décadas la familia ha presentado modificaciones importantes en su composición y dinámica. Por supuesto que de esta realidad se derivan consecuencias y efectos sociales importantes. En lo que parecieran coincidir la mayoría de los expertos, es que la familia continúa siendo el fundamento de la sociedad y su relevancia está claramente establecida en los diversos instrumentos jurídicos internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Americana de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entre otros. Pero su importancia es cada vez más evidente en tiempos como los que nos corresponde vivir en la actualidad, donde la crisis económica y social ha hecho que los Estados vuelvan sus miradas a la familia para fortalecerla y convertirla en el mejor aliado para hacerle frente a los efectos del desempleo, la violencia y el empobrecimiento.
El Estado debe atender los requerimientos de las familias y, tal como lo ha señalado The Family Watch, debe promover especialmente aquella conformación que objetivamente ha mostrado proporcionar mayor bienestar a los miembros del hogar –en particular a los menores– y al bien común de la sociedad, y esa continúa siendo la familia fundamentada en matrimonios sólidos, saludables, estables y funcionales, con una participación, involucramiento y corresponsabilidad de los padres y las madres en el desarrollo integral de sus hijos.
Para diseñar y ejecutar políticas públicas adecuadas, es fundamental conocer la realidad de las familias contemporáneas, sus características y necesidades. Pero no podemos olvidar que la familia tiene relevancia precisamente por sus funciones naturales y sociales insustituibles, orientadas al desarrollo integral de sus miembros y el bien común de la sociedad.