Risa y pena. Eso es lo que provocan los diputados del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) tras la aprobación en la Asamblea Legislativa del paquete de impuestos que permitirá al Poder Ejecutivo recaudar ¢40.000 millones más al año.
Causan risa por el ridículo que hacen ahora al bufar en el plenario con discursos que debieron pronunciar antes de que se aprobara la controversial Ley de Ajuste Tributario. Dan pena porque ya es muy tarde para entorpecer el trámite de los impuestos o para hacer creer a los costarricenses que no permitirían "más castigos" para la clase asalariada.
El PUSC negoció y pactó. Es muy claro que dispuso fastidiar al Poder Ejecutivo. Pero no de verdad. ¡No, no, no! De "mentiritas", como en un juego de niños. Nunca fue su intención cuestionar esa ley, que pasó con los 28 votos del Partido Liberación Nacional (PLN), más el de Gerardo Trejos, de Fuerza Democrática, quien traicionó a los electores que vieron en él la posibilidad de una acción política sin componendas.
Dan lástima todos estos diputados porque no tienen poder ni soberanía. Las órdenes que cumplieron se originaron en la Casa Presidencial. Viajaron por teléfono hasta las residencias de los líderes del PUSC que con mucha diligencia las retransmitieron hasta Cuesta de Moras. "Yes, sir, ya me callo", fue lo que muchos dijeron cuando sus jefaturas les reclamaron tanta alharaca en el plenario contra el famoso paquete.
Si la seguridad del Estado interviene las llamadas telefónicas --como lo teme el mismo PUSC, que lo denunció ante el Ministerio Público-- la recopilación de casetes y escritos sobre esas conversaciones debe ser interesantísima. Allí sí que saldrían a relucir los grandes políticos negociando sin tapujos lo que deben hacer sus diputados-piezas en el Congreso. De veras que muchos diálogos allí darían risa. Pero también muchísima pena por la forma en que se manejan las cosas en este país.