Buches

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Buches, la segunda mascota de mi vida, era una perrita bóxer. La compramos allá por San Isidro de Heredia. Mi ilusión era indescriptible. Tenía los cachetes blancos, y el hociquito rosado y húmedo, pues se relamía constantemente. La trajeron a casa un viernes por la tarde. No guardo recuerdos precisos del sábado, pero, por alguna razón, sí tengo –puedo aún vivirlas– imágenes del domingo. La familia salió a pasear, nos llevamos nuestra mascota… y en la radio transmitían el Concierto para piano y orquesta en do mayor (“Elvira Madigan”), de Mozart. Música que decía nuestra alegría, la de toda la familia… sol, piano, campiña y Buches. Nos dio incontables camadas de perritos.








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