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Un atrofiado sentido de urgencia

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Muchos años después recordaremos, con dolor, el día en que pudimos haber asumido un sano sentido de urgencia. No es ya, pero cuando aparezcan estas reflexiones, estarán probablemente desactualizados los recientes capítulos de la última novela pública por entregas. Con seguridad vendrán, entre dimes y diretes, nuevos sainetes políticos. Lo otro, en cambio, lo realmente urgente, sigue postergado a las calendas griegas.








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