Con el inicio de la campaña por la presidencia, empezamos a escuchar propuestas y promesas de los candidatos para sus eventuales gobiernos. Unos enfatizan mejorar la infraestructura; otros, impulsar un mayor crecimiento económico; algunos proponen reducir el tamaño del Estado; y otros, incrementar el gasto.
Las propuestas suenan muy similares a las que escuchamos cada cuatro años, lo cual podría indicar lo lento que avanzan las cosas en este país o lo malos que somos para cumplir objetivos.
Vivimos en un mundo de edificios construidos por impresoras 3D, un mundo donde Watson (la inteligencia artificial de IBM) responde consultas legales básicas con mayor certeza que los humanos, un mundo donde la Internet de las cosas la encontramos en refrigeradoras, lavadoras y hasta sombrillas, un mundo donde existen baterías para almacenar energía eléctrica producida por el sol, un mundo donde algunos agricultores supervisan el crecimiento de sus cosechas con chips y drones.
Muchos de estos avances no existían o se vislumbraban hace 20 años, y esto es precisamente lo que hace que tengamos compatriotas desempleados en industrias que van de salida con pocas alternativas para recolocarse en las nuevas empresas.
Propuestas. No estoy diciendo que tengamos oráculos o pitonisas elaborando los planes de gobierno, tampoco abogo por un gobierno que seleccione “industrias ganadoras”, pues sabemos que eso no siempre tiene los éxitos esperados. Lo que sí esperaría de los candidatos son propuestas que logren nivelar la cancha y prepararnos para el futuro; me pregunto: ¿cómo están viendo los candidatos el país en 20 años?
Un profesor de Macroeconomía nos decía que las transformaciones tomaban tiempo, y por eso la visión del futuro es tan importante. Todo cambio en la educación empieza a tener un impacto cuando esos “nuevos” ciudadanos comienzan a entrar a la fuerza laboral, más o menos en 20 años.
Este plazo es, evidentemente, mayor a lo que puede durar un período presidencial, y de ahí la importancia de conocer la visión de los candidatos, la importancia de entender cómo ven a Costa Rica en 20 años, cómo se imaginan la vida de sus nietos o bisnietos en un mundo donde los incipientes avances tecnológicos de hoy serán ya de uso extendido, de cómo las relaciones comerciales internacionales se efectuarán muy diferente a como se hace hoy, de cómo su visión del futuro no necesariamente seleccionará de forma acertada las industrias que lograrán el impulso económico, pero sí aquellas habilidades mínimas que necesitarán los costarricenses para defenderse en ese futuro.
En fin, deberíamos identificar de entre los candidatos al que lleve la marca de un verdadero líder que oriente los esfuerzos de la nación hacia ese futuro incierto y lleno de oportunidades; un verdadero estadista que busque el beneficio del país a largo plazo y no del beneficio de su partido en los próximos cuatro años.
El autor es administrador de empresas.