NEWPORT BEACH – No es frecuente que uno pueda afirmar, con confianza, que un remedio por sí solo podría mejorar significativamente la vida de miles de millones de personas alrededor del mundo; que dicho remedio podría alcanzar este cometido de una manera perdurable y de apoyo mutuo; y que, por lo tanto, podría mejorar el bienestar de las actuales y futuras generaciones. Sin embargo, esa es la afirmación que hago hoy.
El remedio que tengo en mente es, por supuesto, un crecimiento económico más rápido, la única cosa que puede elevar los niveles de vida, reducir las desigualdades excesivas, mejorar las perspectivas de empleo, aliviar las tensiones relativas al comercio internacional, y que, incluso, puede moderar las presiones geopolíticas. Y la mayoría de los analistas –incluyendo entre ellos a los analistas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial– ahora predicen que el crecimiento a nivel mundial se acelerará en el año 2014, y que será más equilibrado entre las principales regiones económicas del mundo.
Tales predicciones reflejan tres acontecimientos que son muy bienvenidos. Para empezar, Europa saldrá de la recesión y las economías periféricas se beneficiarán de una muy fuerte mejora relativa en las perspectivas de crecimiento. Simultáneamente, un 3% de crecimiento anual del PIB ya no será algo inalcanzable para Estados Unidos. Y las economías emergentes se verán sostenidas por el crecimiento anual del 7% de China, que, aunque es más lento, sigue siendo robusto.
Pero, a pesar de que la perspectiva de un crecimiento más rápido a nivel mundial es, en verdad, una buena noticia, especialmente teniendo en cuenta las aún elevadas tasas de desempleo en muchos países y las presiones asociadas a ellas que sufren las redes de seguridad social, es aún demasiado temprano para celebrar. Existe el riesgo de que, debido a tentadoras políticas que complacen temporalmente, el repunte económico de este año pueda llegar a ser contraproducente.
Esto no se debe a que la prevista aceleración del crecimiento sea aún muy modesta. Después de todo, incluso un repunte limitado puede marcar una diferencia significativa, si es parte de una alentadora dinámica de crecimiento a medio plazo. Al contrario, el riesgo radica en la forma en que probablemente se materialice dicho crecimiento, es decir, que se materialice dependiendo demasiado de modelos de crecimiento anticuados y agotados, en lugar de que se acojan de manera integral nuevos modelos de crecimiento.
En Europa, el crecimiento de este año reflejará, en gran medida, el impacto de la estabilización financiera, y no el impacto de las reformas estructurales profundas. Debido a que los diferenciales de tasas de interés se han constreñido fuertemente, y se ha evitado la amenaza de colapso, tanto los inversionistas nacionales como los extranjeros continúan regresando hacia las economías periféricas y, con ello, alivian el grave racionamiento de crédito en dichas economías. Esto es, sin duda, una buena noticia, sobre todo si la fuente de la estabilización se desplaza de las políticas no convencionales del Banco Central Europeo a curas endógenas para los balances financieros, curas que son suministradas por un amplio grupo formado por instituciones financieras, empresas no financieras y hogares.
Sin embargo, pocas de estas economías están preparadas para emprender el tipo de reformas internas que prometen sostener altas tasas de crecimiento y reducir sustancialmente el desempleo, que se ha ubicado en niveles alarmantes en cuanto al desempleo juvenil y en términos de su duración. Mientras tanto, la apreciación del tipo de cambio está empezando a socavar las exportaciones en los países centrales de la eurozona, en particular en Alemania, que ha sido el motor de crecimiento de la región durante los últimos años.
La pronosticada aceleración del crecimiento en EE. UU. para este año es más notable debido a que refleja el impacto positivo de un proceso, de varios años de duración, para alcanzar la cura económica y financiera. También estamos empezando a ver el impacto a nivel macro- de algunas revoluciones de productividad –en particular, en los sectores energéticos y tecnológicos– que, hasta el momento, eran en su gran mayoría solamente fenómenos industriales y sectoriales.
Sin embargo, el crecimiento económico real de EE. UU. en el 2014 se mantendrá muy por debajo de su potencial. Es más, el desempeño de su economía sigue siendo demasiado dependiente de las políticas monetarias experimentales de la Reserva Federal que con valentía se adoptaron en ausencia de medidas adecuadas dictadas por otras autoridades económicas.
La economía de EE. UU. es, ciertamente, capaz de llegar a la “velocidad de escape” que el país necesita, si el desempleo va a caer de una manera más definitiva y duradera. No obstante, esto requiere que el Congreso apoye a la administración del presidente, Barack Obama, en tres áreas: en la mejora de la composición y el nivel de la demanda agregada, en la mejora de la capacidad de respuesta de la oferta en la economía, y en la eliminación de sobreendeudamientos residuales que continúan inhibiendo la actividad económica.
Solo un avance decidido en estos frentes desbloqueará los millones de millones de dólares que, en lugar de ser invertidos en plantas y equipos, permanecen varados en los balances financieros de las empresas o son entregados a los accionistas a través de mayores dividendos y recompra de acciones.
Los problemas en los países emergentes son más complejos y diversos. Algunos países constantemente hacen esfuerzos por modernizar los agotados modelos de crecimiento. En China, por ejemplo, esto implica una menor dependencia de las exportaciones y de la inversión pública, y más dependencia en los componentes privados de la demanda agregada interna.
Otros países, sin embargo, han respondido a la desaceleración de sus crecimientos en los años 2012 y 2013 regresando a viejas prácticas que ofrecen la tentación de una expansión inmediata a costa de que, más tarde, se acarreen consecuencias en la forma de disminuciones del crecimiento. Esto ocurre, por ejemplo, en Brasil y Turquía.
Todo esto implica que es muy poco probable que, en el 2014, el mundo emergente en su conjunto retome su papel como un motor importante de la economía mundial, y también implica que la calidad del crecimiento que se llegue a lograr en dicho mundo emergente va a estar muy lejos de ser óptima.
De hecho, cuanto más detallado sea el análisis que uno realice de las actuales dinámicas de crecimiento a nivel mundial, es más probable que llegue a la conclusión de que las perspectivas más alentadoras que se tienen para este año van a ser solamente eso: perspectivas alentadoras para el año 2014. Hay todavía mucho que se puede (y se debe) hacer, si el repunte previsto para este año va a ir a proporcionar un trampolín para el arranque de un significativo crecimiento a medio plazo, crecimiento que mejore las perspectivas de la actual y de las futuras generaciones. A menos que los formuladores de políticas recuerden las tareas más grandes que tienen entre manos, ellos corren el riesgo de caer en una trampa de logros mediocres y cómodos.
Mohamed A. El-Erian es director ejecutivo y codirector de Inversiones de Pimco, y es autor del libro When Markets Collide. © Project Syndicate.