Por definición, los datos de gasto público que deben usarse, y que siempre se han usado para la discusión y cálculo del déficit fiscal, no incluyen la amortización (pago) de la deuda pública.
El déficit mide el aumento en el saldo de la deuda y la amortización es una reducción en la deuda. No es un gasto.
En la jerga presupuestaria, la amortización es un egreso que debe estar incluido en el presupuesto, pero no forma parte de los gastos.
Por esta razón, cuando se reprochó la tasa de crecimiento del 19% en los egresos del año pasado, se criticó, en parte, el considerable aumento de la amortización de la deuda del Gobierno. Sin embargo, en el presupuesto del 2015, la tasa de aumento en el gasto (excluida la amortización) era casi la mitad de la de los egresos. Todavía alta, pero no tanto.
Tal confusión nos pone en riesgo de caer en una trampa fea: que tanto el Poder Ejecutivo como algunos diputados quieran presentar como logro en el 2016 un ajuste fiscal por medio, principalmente, de una menor amortización. Sería un ajuste ficticio.
Es cierto que una menor amortización –si fuera real– es una baja en los egresos del presupuesto, pero no lo es en cuanto al gasto.
Es posible que el plan de gastos del Gobierno para el 2016, parezca llevar un ajuste fiscal, con un crecimiento del presupuesto muy bajo, cuando en realidad aumente el gasto y puede ser que hasta suba el déficit. Esto si el gasto crece a tasas altas, escondido detrás de la baja en la amortización de la deuda.
Para ese resultado, ayudaría que las amortizaciones totales de la deuda en el 2016 sean menores a las del 2015, lo cual es probable porque las de este año son anormalmente altas.
Además, Hacienda ha venido ofreciendo a tenedores de bonos que están cerca de vencer canjeárselos por unos nuevos a más plazo. La figura en sí está bien; sin embargo, con base en un acuerdo con la Contraloría General de la República, esos movimientos se registran como una extensión de los términos de los bonos originalmente colocados, en vez de reconocer la colocación de los nuevos bonos y, simultáneamente, la amortización de los que se retiran anticipadamente.
Contablemente, con dicha forma de tratar los canjes no hay amortización de los bonos que se retiran.
¿Bajan los egresos y crece el gasto? Pueden bajar los egresos, pero el gasto y el déficit hasta podrían subir.
Tanto porque las partidas de amortización de la deuda sean más bajas como porque se presupueste que van a hacerse canjes en el 2016, es que el nuevo proyecto de presupuesto parece probable que se presente como que lleva un crecimiento bajo, o casi nulo, en los egresos, pero con un aumento en los gastos y hasta en el déficit del Gobierno.
Ojalá esté en un error, pero creo que es muy difícil que el plan de gastos, que debe presentar este mes el Gobierno, crezca poco, sin tocar educación, universidades, seguridad e intereses, que juntos representan porcentajes muy altos en el total.
La administración ha dicho que el dinero para educación y seguridad es intocable. Es decir, crecerá lo que tenga que crecer. Lo mismo ocurre con los intereses de la deuda.
Probablemente, lo que aumente al 0,5% nominal recién anunciado por el Gobierno serán los egresos.
Pero puede ser que, detrás, las partidas de gasto crezcan mucho más y, como ya se dijo, tanto como para que hasta aumente el déficit fiscal.
Otras opciones para ajustes ficticios. Por otro lado, hay que expurgar el proyecto de presupuesto para determinar si no está proponiendo un crecimiento bajo de los egresos por medio de posponer algunas autorizaciones presupuestarias de gasto, especialmente de capital. Posteriormente, durante el 2016, se incorporarían a presupuestos extraordinarios.
O quizás ocurra la consabida práctica usada en el pasado de dejar por fuera gastos ineludibles para luego verse obligados a incluirlos.
Posición pesimista. Lo anterior es, ciertamente, una posición pesimista del posible ajuste fiscal anunciado por el Gobierno y, para algunos, hasta criticable, por mostrar tanta duda. Pero reitero mi escepticismo a que se plantee un ajuste significativo en los gastos sin tocar las importantes partidas mencionadas.
Las otras partidas seguramente van a crecer poco, pero su efecto en el total será pequeño.
Ojalá me equivoque y la rebaja que se proponga sea real, aunque tampoco se trate de un ataque a fondo a los disparadores del gasto (incentivos salariales, pensiones, transferencia a universidades y municipalidades, entre otros).
Veremos si me equivoco. Lo sabremos a medida que la Comisión de Hacendarios de la Asamblea Legislativa analice en detalle el proyecto de presupuesto que el Gobierno debe presentar este mes.
Rodrigo Bolaños es economista.