El histórico acuerdo climático que se acaba de firmar en París abre las puertas a virajes transformadores que ayudarán a avanzar en la lucha contra el cambio climático.
Para Latinoamérica, este acuerdo era vital. La región es una de las más vulnerables al cambio climático, y el acuerdo sienta las bases para crear comunidades y economías más resilientes.
El acuerdo de París también ayudará a movilizar nuevas inversiones en sectores claves como la energía limpia, que a la vez de ayudar a mitigar el cambio climático traerán importantes beneficios locales.
Durante la cumbre del clima, varios países de Latinoamérica desempeñaron un papel fundamental que ayudó a que las negociaciones avanzaran, manifestando así que la región es parte de la solución climática.
Este liderazgo internacional y compromiso con la acción climática deberá ahora traducirse en pasos concretos a escala nacional.
Reducciones. El acuerdo de París enmarca compromisos de reducciones por parte de más de 180 países –incluidos los mayores emisores: China, Estados Unidos, la India y la Unión Europea–. Es más, el acuerdo establece un mecanismo mediante el cual los países deberán reevaluar y profundizar sus compromisos climáticos cada cinco años, asegurando así que el nivel de ambición de mejora seguirá en aumento.
Asimismo, se fortalecen los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas para asegurar que los países cumplan sus compromisos. Este es un paso transcendental en la lucha contra el cambio climático que llevará a reducciones concretas en gases de efecto invernadero y nos encaminará por una senda hacía reducciones aún mayores para que podamos evitar las peores consecuencias del cambio climático.
Para Latinoamérica, una de las regiones más vulnerables del mundo, el acuerdo es un paso crítico en la lucha contra el cambio climático que ayudará a asegurar el bienestar de sus habitantes.
No debe asombrar que el 61% de los latinoamericanos consideren que el cambio climático es la amenaza global más grave, según una encuesta internacional por investigadores del centro Pew.
Lo cierto es que gran parte de los más de 600 millones de latinos residen en zonas o dependen de sectores económicos como la agricultura, la pesca y el turismo, que ya son altamente sensibles al cambio climático.
El calentamiento global amenaza las costas, los glaciares y la rica naturaleza de la región –sus recursos pesqueros, sus corales, sus cultivos y la inmensa biodiversidad de especies que son el asombro del mundo entero–.
Las pérdidas económicas en la región podrían ascender a $100.000 millones anuales para el 2050 según cálculos del Banco Interamericano.
En las negociaciones de París, los países de América Latina buscaron poner en relieve la importancia de la adaptación y la urgencia de identificar –y financiar– respuestas a los peores efectos del cambio climático.
En el 2009, los países desarrollados acordaron proveer $100.000 millones de dólares para el año 2020. Ahora, el acuerdo de París establece que este monto debe ser un punto de partida para el periodo post-2020 y que la provisión de recursos financieros debe tratar de lograr un balance entre la adaptación y la mitigación.
Beneficios. El acuerdo de París también facilitará una transición hacia economías bajas en carbono mediante la movilización de nuevas inversiones en sectores claves, como la energía.
Además del financiamiento público, la cumbre de París demostró que muchas empresas, inversores, instituciones financieras y otros actores también están dispuestos a tomar acciones climáticas. En este sentido ,América Latina con sus abundantes recursos renovables tiene todas las de ganar.
Según Bloomberg New Energy Finance, cuatro de los diez mejores países para la inversión en energía limpia ya se encuentran en Latinoamérica: Brasil, Chile, México y Uruguay. En conjunto, en el 2014, estos cuatro países vieron un total de $23.000 millones en inversiones de energía limpia.
Un incremento en estas inversiones significaría más empleos verdes, mejoras en la salud pública y ahorro en gastos energéticos. Por ejemplo, según un análisis reciente realizado por el New Climate Institute, Chile podría ahorrar $5.300 millones cada año en combustibles fósiles, evitar unas 1.500 muertes en Santiago por la contaminación del aire y crear 11.000 empleos verdes si inicia una trayectoria hacia cien por ciento energía renovable.
Los países de Latinoamérica pueden –y deben– apostar por las energías del futuro en vez de atarse a infraestructura y sistemas energéticos del siglo pasado.
La cumbre de París ha dado una señal clara de que una transición hacia fuentes de energía limpia como la solar, eólica y geotérmica es urgente. Ahora toca a cada nación trazar una hoja de ruta para definir cómo lograrán esta transición.
Parte de la respuesta. Durante las negociaciones que precedieron al acuerdo de París, varios Gobiernos de América Latina ayudaron a avanzar las discusiones al construir puentes entre los países en desarrollo y los países desarrollados, y al mostrar su propia voluntad de tomar acción climática.
Sus esfuerzos destacaron que solo mediante alianzas tendremos éxito en la lucha contra el cambio climático.
Fuera de las negociaciones, los países y las ciudades de América Latina ya son una fuente de soluciones climáticas. A lo largo de los años, hemos visto surgir de la región numerosos ejemplos de soluciones proactivas como son el sistema de buses de transito rápido de Bogotá, las hipotecas verdes de México o el sistema de pagos por servicios ambientales de Costa Rica.
Estos y otros ejemplos son soluciones que se han probado y se pueden reproducir y ampliar en otras partes del continente y también fuera de la región.
El acuerdo de París es una luz verde a soluciones climáticas como estas que no solo hacen frente a las emisiones de gases de efecto invernadero sino que también son una respuesta concreta a las necesidades de desarrollo sustentable de la región.
Exclusivo para el Grupo de Diarios de América (GDA), del cual La Nación es parte.