“La próxima semana no habrá ninguna crisis. Mi agenda ya está completa”, dijo famosamente Henry Kissinger.
Durante el estallido de la peor crisis financiera de la historia, en setiembre del 2008, cuando uno de los bancos de inversión más grandes del mundo, Lehman Brothers, se declaró en bancarrota, miles de empresas, con el sistema financiero global a punto de colapsar, presas del pánico, se arrepintieron, algunas demasiado tarde, de haber estado con agendas tan ocupadas que no se habían dado el tiempo de anticipar y prepararse para una crisis de tal magnitud.
Para su vergüenza, no recordaron las palabras de Andy Grove, CEO de Intel en los 90: “Las malas empresas son destruidas por las crisis, las buenas sobreviven, pero las mejores se fortalecen y engrandecen durante las crisis”.
Paralelismo. Salvando las distancias, en Costa Rica podría estar sucediendo algo similar. La relativa calma socioeconómica de los últimos años podría tener a muchos empresarios, inversionistas y deudores dormidos en los laureles a pesar de que cada día se hace más notoria la falta de acuerdos entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo para lidiar con temas estructurales urgentes, como el alto déficit fiscal, que auguran una crisis económica para el futuro cercano.
Recientes titulares de los periódicos no han sido nada alentadores. Especialmente los que han hecho referencia a problemas neurálgicos del sector financiero, la columna vertebral de un país.
Entre lo más preocupante, las fuertes pérdidas reportadas por Bancrédito y la falta de un plan de acción confiable para volverlo sosteniblemente rentable (la venta de activos, como sus edificios, son solo soluciones temporales) podrían minar la confianza de los ahorrantes y causar más dificultades a otros bancos que, a pedido del gobierno, han tenido que acudir a su rescate.
No olvidemos que tanto el Banco de Costa Rica como el Nacional reportaron que tuvieron que inyectar parte de sus recursos líquidos a Bicsa para solventar una corrida de sus ahorrantes (después de que la prensa hiciera eco, entre otros asuntos, de serios problemas de gobernanza corporativa) y los intereses más altos que tienen que pagar en los depósitos de los que se quedaron.
Si bien como los bancos más grandes del país, el Banco Nacional y el de Costa Rica, son aceptablemente rentables, también es cierto que no tienen recursos ilimitados para seguir rescatando bancos mal administrados.
Análisis de riesgos. Todo esto se agrava más cuando, para no cometer el mismo pecado de complacencia señalado al inicio, se hace un análisis de anticipación de riesgos para el sector financiero nacional.
Por ejemplo, la inevitable alza de las tasas de interés por el estrujamiento esperado cuando el gobierno salga a acaparar más de la liquidez del sistema para pagar un servicio de deuda más oneroso por su alto déficit fiscal, por la desmejora continua de la calificación de riesgo, y, aún más importante, por la falta de un acuerdo concreto con el Legislativo para parar la bola de nieve que crece dentro del presupuesto nacional por las prebendas del sector público, etc. Todo esto pondrá más presión en los deudores que tendrán que pagar más intereses por sus préstamos.
Menos dinero en los bolsillos del pueblo implica menos actividad económica y menos ahorro. Lo que perjudica el empeño del gobierno por reactivar la economía para recaudar más impuestos. Por lo que tendría que endeudarse más, y a tasas de interés más altas, lo que implicaría que el déficit fiscal seguiría creciendo. ¿Se nota el círculo vicioso?
Peligro. ¿Y si ese creciente déficit fiscal y la falta de acuerdos políticos terminan por disparar el tipo de cambio? Ya está arriba de ¢568 por dólar. Un buen porcentaje de ticos están muy endeudados en dólares. Los porcentajes de morosidad se dispararían, etc. Más problemas para los bancos.
Analistas del sector cooperativista señalan el mayor endeudamiento de los asociados y que, a pesar del alto riesgo, se está prestando en dólares a deudores con salarios en colones. ¿Y si nuevamente un banco del Estado necesita rescatar a otro Coopemex? Hasta ya tienen un candidato, en parte por serios problemas de gestión admi-nistrativa que no se transparenta gracias a contabilidades creativas. Más problemas para la columna vertebral del país.
Que una crisis y las políticas de Donald Trump no lo encuentren desprevenido, prepárese, asesórese y recuerde que “las malas empresas son destruidas por las crisis, las buenas sobreviven, pero las mejores se fortalecen y engrandecen durante las crisis”.
El autor es consultor.