Hemos avanzado mucho en el campo social, económico, ambiental y de exportaciones en los últimos 20 años. Hoy, vendemos al extranjero más de $3.500 millones en servicios de alta tecnología, $2.200 millones en dispositivos médicos, el turismo alcanza los $2.000 millones anuales, con más de dos millones de visitantes por vía aérea, tenemos una agricultura que compite en el mercado internacional con éxito y hemos diversificado los destinos de nuestras exportaciones.
En el campo macroeconómico, la reservas del BCCR alcanzarán $7.200 millones, la tasa básica pasiva del Banco Central bajó un punto en los últimos tres años, las exportaciones en zonas francas crecen, la inflación se ha controlado, aumenta la economía y la inversión extranjera supera los $2.800 millones. No obstante, el desempleo, el mercado informal, las brechas sociales y la pobreza parecen no ceder. Todavía se mantienen graves brechas en infraestructura, costo de servicios eléctricos, déficit fiscal, deuda externa y la política cambiaria es cuestionada por muchos sectores.
Infraestructura. Tenemos un retraso de 20 años en infraestructura. El año pasado de ¢275.000 millones presupuestados solo logramos ejecutar ¢80.000 millones. Nuestra calificación internacional, de acuerdo con el Foro Económico Mundial 2016-2017, que evalúa 138 países, nos ubicó en el puesto 125 en carreteras, 97 en la calidad ferroviaria, 97 en puertos, 59 en aeropuertos, 74 en disponibilidad de asientos de avión, 41 en calidad de electricidad y 20 en telefonía móvil.
Una importante lección de estos resultados es que debemos buscar alianzas público-privadas con gran transferencia y mayor competencia para mejorar la calidad del servicio. Paralelamente, debemos variar leyes y reglamentos que afectan la productividad.
Tramitomanía. El primer problema señalado por todos los inversionistas en Costa Rica es la ineficiencia de la burocracia estatal. Duramos más de seis meses para registrar a técnicos muy calificados que necesitan visa para trabajar en una empresa de alta tecnología.
Para iniciar un negocio, en el informe del 2017 del Doing Business del Banco Mundial, nos sitúan en la posición 125 de 173 países seleccionados; para permisos de construcción estamos en el lugar 53; en servicio de electricidad, en el 27; en registro de la propiedad, en el 52; en lograr un crédito, en el 7; en protección de accionistas minoritarios, en el 165; en pago de impuestos, en el 6; en comercio en las fronteras, en el 71; en resolución de contratos, en el 125; y en resolución de insolvencia, en el 107.
Padecemos un calvario de requisitos cada vez que necesitamos hacer un trámite en casi todas las instituciones. Miles de leyes totalmente obsoletas no han sido eliminadas. En Costa Rica, con un archipiélago de 375 instituciones, no es justificable que todas tengan la facultad de establecer nuevas regulaciones en forma independiente. En Europa, por cada nuevo reglamento se deben eliminar tres viejos.
De hecho, la tramitomanía es el tercer factor que afecta más la competitividad del país. No hay un elemento que afecte más a las pymes y a la formalidad que los engorrosos trámites. Algunos empresarios deben visitar diferentes instituciones en múltiples ocasiones.
La ausencia de personal capacitado y de expedientes digitales, junto con la carencia de una autoridad central ante todas las instituciones, nos tiene secuestrados en un mar de papeles y trámites. Debe crearse la ventanilla única para todos los municipios. Tenemos que trabajar para que todas las instituciones estén obligadas a usar Mer-Link para sus compras y que todos sus trámites sean digitales.
Servicios públicos. Los costarricenses pagamos hasta tres veces más el kilovatio hora que nos ofrece el ICE, comparado con países como Estados Unidos, México y Colombia. No es justificable que el costo promedio de kilovatio en hidroeléctricas instalado por el ICE sea en ciertos casos el doble que los valores del sector privado.
No debemos mantener el monopolio actual del ICE si no es competitivo internacionalmente. No puede ser que el ICE defina cuándo y cómo compra energía regional. El sector turismo y el industrial resultan seriamente afectados. Hay que tomar una decisión con respecto al mercado eléctrico. No protejamos monopolios estatales que por su estructura de costos e ineficiencia burocrática están afectando nuestra competitividad. No podemos aceptar que el costo del kilovatio hora de Balsa Inferior sea de $0,36, el de Río Macho $0,13, el de Bijagua $0,12, cuando el costo internacional es de $0,07.
Mayor capacidad instalada y altos costos operativos fijos afectan la competitividad del ICE. Paralelamente, el hecho de que solo el 25% de las plantas hidroeléctricas tengan capacidad de almacenamiento obliga al ICE a contar con plantas térmicas para suplir demanda en horas pico en verano. Más competencia y diversificación de la matriz energética son las acciones a seguir para lograr mayor competitividad.
Talento humano. Es importante que las universidades, colegios técnicos, colegios científicos y el INA adopten sus ofertas de acuerdo con la demanda. La nueva realidad de la era del conocimiento nos obliga a tener más ingenieros civiles, expertos en software industrial, electromecánica, mecatrónica, materiales, mantenimiento, química, calidad, redes y meteorología. Todas estas carreras son las que exigen las empresas extranjeras que dan servicio al cliente, soporte técnico y otras especialidades.
El inglés también es un requisito indispensable, al igual que un tercer idioma. Es preciso que las universidades públicas adapten su oferta. No se vale seguir sacando graduados en carreras sin demanda.
El Estado debe invertir los recursos en enseñanza según el modelo de desarrollo que tenemos. En otros países se establecen recursos concursales para las universidades e instituciones de acuerdo con el cumplimiento de metas.
La rigidez con que se asignan los recursos de la enseñanza superior debe revisarse. Otra reforma importante es la transformación del INA para lograr técnicos calificados de acuerdo con el mercado.
La aprobación de la educación dual, la evaluación continua de los educadores y el cumplimiento de estrictas normas de calidad son factores claves para competir. Invertir en el talento humano es lo mejor que puede hacer el país. No desperdiciemos los escasos recursos graduando técnicos o profesionales innecesarios.
El autor es ingeniero.