Los wichis pueblan el gran chaco latinoamericano (Argentina, Bolivia) a orillas del río Bermejo desde el siglo XVII: comunidad ágrafa, en lugar de la escritura escogió el relato oral mantenido hasta hoy como una muestra de su idiosincrasia. “ Sip”oi , El lugar de Manduré, es una película de Sebastián Lingiardi que cuenta a través de sus protagonistas el nudo wichi-cosmos, la caza y pesca, las tareas de recolección y una memoria que perdura.
Los wichis evocan, por ejemplo, el día prometeico en que robaron el fuego a los dioses y conciben a Takjuaj, ser máximo, como una pura potencia, al modo de Aristóteles. De ahí que la pantalla en negro desnuda esta mitología, un hecho que creó estupor a los jurados del Gran Premio de Marsella, y que nos lleva a establecer una extraña red de cine documental, ficción y cosmogonía que ganó el primer galardón.
Todo con un valor agregado. A diferencia de otras tribus, aquí la comunidad entera –no exclusivamente los viejos– rescata un movedizo ayer que los chicos, sí, también nos narran a la vera del cuis, el zorro, pájaros fantásticos y reales. En 1953, Ray Bradbury imaginó en Fahrenheit 451 una civilización tecnofuturista que prohibía los libros y donde los rebeldes trasmitían al prójimo idas y venidas de los dioses de Homero en adelante.
Ray no conoció a los wichis. ¡Qué bien le hubieran caído!