Ya terminó por estos lares el año escolar, lo mismo que el académico, y leí con estupor que ni el empujón de nueve puntos de curva que regaló el Ministerio en todas las materias mejoró la promoción de graduados de bachillerato (…) en el 2014 recién pasado.
Horror de horrores. Del 2003, con un nota de 85, la calificación promedio para el 2013 fue de 68 (La Nación, 16/12/2014). Horror de horrores. Observo también que, en coincidencia, al terminarse el calendario, nadie en el medio se ha referido a Vesalio. No aquel famoso galeno local, de nombre, precisamente, Andrés Vesalio Guzmán, como quien dice: predestinado en los pasos del maestro, sino aquel Andries van Wesel, mejor conocido con su nombre en latín: Vesalius.
Nacido en Bruselas hace exactamente 500 años –el pasado 31 de diciembre–, resulta digno de recordar por su trayectoria en el campo de la anatomía y, además, como estudiante. Fue pupilo de Erasmo, en el sentido de que, en 1530, inicia estudios universitarios en el recién creado Collegium Trilingue, en Lovaina. Y pensar que por aquí siguen corriendo voces para suprimir ese enfoque humanista dizque para “no perder el tiempo”. Siguió la formación en medicina en tres grandes centros académicos, relativamente recientes: el de París (creado en 1170), Lovaina misma (de 1425) y, sobre todo, Padua (nacido en 1222 como rebelde de Bolonia).
Sello renacentista. En esas universidades, entonces muy revolucionarias, nuestro modelo se empapa de espíritu investigativo. Prevalece un claro sello renacentista: el de no conformarse con lo que se repetía. De lo anterior resulta su monumental obra: Sobre la fábrica del cuerpo humano, de 1543, en la que, faltando solo una edición en 3D, como se usa ahora, va desbancando por siempre a Galeno (de ahí, el sinónimo para “médico”). Las teorías de este eran interesantes, de 1.000 años antes… pero infundadas… porque la anatomía del ser humano, con sus curvas y conexiones, no resulta precisamente una copia de la de los animales.
Traigo esto a cuenta por varias razones, muy contrastantes con el desastre educativo que nos concierne. Y es que, a falta del inglés, como se maneja en todas las grandes universidades ahora, nuestro Vesalio, por fuerza, no se puede haber quedado con el “OK, o sea, man ”, que se generaliza y que ya ni siquiera avergüenza.
Contraste. Mucho ojo: partiendo de los dos idiomas que ya había en su tierra natal, se tuvo que adiestrar rápidamente, además, entre otros, en latín y en italiano. Nombrado en la Corte de Carlos V, en Bruselas, y después en Madrid, también manejó el español.
Los mismos viajes y los lugares de estudio lo favorecieron. ¡Qué contraste con el balbuceo imperante en el medio, sin salir casi de él, donde muchos llegan a obtener hasta un doctorado sin siquiera dominar bien una segunda lengua!
Puntos regalados. En seguida, va un guiño a la Academia, la Real y la local: el vocablo “curva”, tal como se maneja aquí: acomodar artificialmente el nivel a todos…, no lo he conocido en toda mi carrera anterior en cuatro países. Unos mexicanos, muy vinculados con el sector educativo, me comentan que allí tampoco lo manejan. Es curvar la moral: nuestra educación resulta otro mito tropical en el sentido apuntado hace siete décadas por Yolanda Oreamuno; forma parte del “ambiente”: creer que, con unos puntos regalados (como más de una vez nos obligaron a aplicar también en la Universidad de Costa Rica), se va a mejorar el futuro de los ciudadanos.
Autocastrante paternalismo. Por cierto, Vesalio no murió, en 1564, en un peregrinaje a los lugares santos (como hasta Wikipedia sigue proclamando). Eso fue 30 años más tarde en Amberes, escondido de la Inquisición española, no sin antes disfrutar con su mujer de las curvas anatómicas: para todo hay que dar tiempo… Pero oigan bien, jóvenes: en la vida real no hay de esos quiebres como a los que ustedes creen tener derecho. Eso se llama “corrupción”.
Finalmente, tomando como modelo, entre otros, al gran humanista (en ambos aspectos: el idiomático y el de la exigencia), ¿cuándo dejaremos ese autocastrante paternalismo?