La educación se perfiló como un tema importante en el proyecto político de Costa Rica trazado en la segunda mitad del siglo XX; sin embargo, los avances y esfuerzos llevados a cabo en la materia no fueron suficientes.
En ese contexto, surge el Plan Nacional de Desarrollo de la Educación Superior, que trata de subsanar las deficiencias que presentaba el sistema educativo. Así, también durante la presidencia de Daniel Oduber Quirós (1974-1978), brota la propuesta de crear un nuevo centro de educación superior con la intención de dar oportunidad de estudiar a jóvenes de lugares retirados y escasos recursos económicos.
Con ese espíritu, el entonces ministro de Educación Pública, Fernando Volio Jiménez, obtuvo asesoraría de personeros de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (1975); de igual manera, conformó una comisión a la que asignó la elaboración de propuesta de ley que diera origen a la Universidad Estatal a Distancia (UNED).
Obstáculos. El proceso no fue fácil y tropezó con acérrimos enemigos que cuestionaron la credibilidad, calidad y certeza del método de enseñar y aprender a distancia. La animosidad se acrecentó cuando se propagó la idea de que su aparición reduciría los recursos del Fondo de Financiamiento de la Educación Superior (FEES) que se destinaban a otras universidades públicas.
En esta puja de fuerzas, los defensores emprendieron una campaña para convencer y no vencer. Con esa pretensión se interesaron en persuadir a la opinión pública sobre los beneficios de la educación a distancia, principalmente, a las comunidades rurales y aquellas relegadas por el sistema de educación superior tradicional.
Superada la discusión del proyecto, el 16 de febrero de 1977, la Asamblea Legislativa aprobó el Decreto 6044, denominado Ley de Creación de la Universidad Estatal a Distancia, el cual fue firmado por el Dr. Alfonso Carro, el 22 de febrero, por el presidente de la República Daniel Oduber Quirós y el ministro Fernando Volio Jiménez, el 3 de marzo.
Aun después de haber superado los difíciles escollos que desembocaron en su creación, el devenir no fue placentero. Sencillamente, las condiciones financieras y administrativas se debatían entre lo difícil e imposible; no obstante, el reordenamiento y esfuerzo institucional ayudó a superar los problemas y consolidar su valioso quehacer.
Terreno ganado. Con el devenir, la UNED logró cambiar el escepticismo por la esperanza, y a establecer una dinámica, que facilitó la respuesta pertinente y oportuna de aquellos sectores poblacionales históricamente desasistidos por el sistema universitario tradicional.
Siguiendo con esa lógica se fue insertando en espacios casi inexplorados por otras universidades, lo cual le catapultó como institución precursora de la movilidad social y benefactora de la población desposeída.
En virtud, la UNED ha destacado por formar a miles de profesionales con amplios valores históricos en que se fundamenta el Estado costarricense. Asimismo, por propiciar la enseñanza vinculada al conocimiento universal y la reacción constructiva ante los problemas actuales.
Sin ego y arrogancia, la UNED ha trascendido por contribuir al compromiso social de estimular la reflexión sobre la realidad e identidad nacionales. Igual por desempeñar un papel protagónico en el desarrollo de las comunidades, por ende, no es extraño que nadie quede por fuera por omisión y mucho menos por falta de acción.
Poco presupuesto. Aunado a todo lo anterior, la UNED resulta digna de admirar porque, a pesar de los pocos recursos económicos que le repara el FEES, logra ingentes resultados. Sin duda, para que siga tan vigente y prometedora, ello obliga a darle urgente revisión al presupuesto que se le suele otorgar.
En congruencia con la línea histórica de trabajo, principios fundacionales, reconocida y valorada función social acumulada por décadas, no es casual que la Asamblea Legislativa le concediera en el 2007 la máxima distinción de institución benemérita de la educación y la cultura de Costa Rica.
A cuarenta años de existencia, la UNED sigue perseverante y con deseos firmes de continuar democratizando la educación superior, por lo que sus aspiraciones no son caducas ni amortizadas.
Hoy por hoy, su cultura emprendedora constituye un referente de oportunidades para toda la gente que busca superarse. Por eso y mucho más, la UNED no es un acto de generosidad, sino una obligación.
El autor es historiador, coordinador de la cátedra de Historia en la UNED.