Estados Unidos y el siglo XXI

Mortimer B. Zuckerman, editor del New York Daily News , escribía para la revista Política Exterior en 1998: “La economía estadounidense se encuentra en el octavo año de crecimiento sostenido que trasciende el “milagro alemán” y el "milagro japonés" de las décadas anteriores. Todo lo que debe estar en orden así lo indica: el PIB, el gasto de capital, los ingresos, el mercado de valores, el empleo, las exportaciones, los consumidores y la confianza empresarial.”

Nadie hubiese imaginado que diez años después, en setiembre del 2008, el panorama sería totalmente el opuesto. La Gran Recesión arrasaría con todo, a modo de cierre de una seguidilla de acontecimientos que ensombrecieron, durante toda la primera década del siglo XXI, a un país otrora pujante y lleno de optimismo en su futuro. Tal decenio será recordado por la quiebra de las empresas punto.com, los atentados del 11 de setiembre de 2001, las guerras libradas en Afganistán e Irak y, para cerrar en 2007, el estallido de la burbuja inmobiliaria que no solo hundiría a los Estados Unidos, sino, también, a Europa y, en alguna medida, al resto del mundo.

Actor importante. El tumultuoso despertar del siglo XXI borró las grandes visiones que anunciaban un planeta bajo el liderazgo indiscutible de Norteamérica, volcando los ojos hacia el Este. Curiosamente, en el 2008, de cara a la recta final para elegir presidente a Barack Obama, la revista Newsweek señalaba que la principal tarea del nuevo mandatario sería guiar a su país en medio de la transición hacia un mundo donde China habría de ser un actor importante.

Los hechos anteriores ocurrieron en los últimos quince años. A la fecha, en el 2013, los especialistas especulan sobre los diferentes escenarios y sobre quién o quiénes ostentarán el liderazgo mundial y cómo será. Pero existen constantes en el modelaje de los tiempos. Algunas son las tendencias demográficas y las necesidades energéticas para sostener el crecimiento económico, el desarrollo y las ambiciones de un país.

Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, en 2010, la población de esa nación ascendía a 308 millones de personas, con una composición étnica de 60% blancos, 16,3% hispanos, 12,6% afroamericanos y 5% asiáticos. El resto correspondía a poblaciones nativas. Lo más revelador de ese censo fue que, en la última década, las minorías étnicas habían contribuido con el 80% del crecimiento poblacional. En otras palabras, el país está en un extraordinario proceso de cambio demográfico. En lo que respecta a energía, la Agencia Internacional de Energía (AIE) anunció en 2012 una acelerada transformación del mapa energético mundial, por el ascenso de los Estados Unidos como mayor productor de petróleo para el 2017. De acuerdo con ese informe, en las próximas dos décadas, los norteamericanos reducirán sus importaciones de petróleo y, adicionalmente, se convertirán en exportadores de gas y, en términos netos, autosuficientes en la producción de energía para el 2035.

Débil recuperación. A corto plazo, de acuerdo con el último informe del FMI, la recuperación económica sigue siendo débil. En 2012, el crecimiento del PIB alcanzó un 2,2% y para el primer trimestre del 2013, ese indicador fue de un 1.8%, lo cual contrasta con -3,1% de 2009. En lo relacionado con el desempleo, el mes de julio cerró con un 7,4%, cifra que poco a poco ha estado alejándose del 9.6% que aterrorizó a las autoridades económicas en el 2010.

Los hechos hablan por sí solos: el siglo XXI no es un segundo siglo americano pero, a cambio, se puede afirmar que es una época de transición, donde los estadounidenses son los principales jugadores, con una influencia indiscutible en el orden planetario que se está gestando.