Desde hace aproximadamente dos años, el empréstito del Gobierno con el Banco Mundial para fortalecer la inversión en educación superior ha sido tema de debate tanto en las universidades estatales como en la sociedad costarricense en general.
Aunque mucho se ha dicho sobre el tema, considero que hay algunos aspectos que han quedado traslapados y de los que vale la pena hablar.
Lo primero por aclarar es que no son las universidades las que se endeudan, sino el Gobierno. En el convenio de Financiamiento FEES 2010-2015 se acordó el compromiso del Gobierno de tramitar y financiar una operación de crédito para las universidades por $200 millones, que buscaría fortalecer las áreas estratégicas de las cuatro instituciones.
En el caso de la Universidad de Costa Rica (UCR), esto no tiene nada de nuevo. En el pasado ya se han suscrito varios créditos con organismos financieros internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) que sirvieron para crear las Sedes Regionales o la Ciudad de la Investigación.
Sin embargo, al suscribir acuerdos de este tipo, la Universidad tiene siempre el deber de estar atenta y ser garante de los principios que han inspirado históricamente su gestión, como el de universidad humanista, integral, multidisciplinaria y, sobre todo, autónoma.
Sería iluso creer que la negociación entre el Consejo Nacional de Rectores (Conare) y el Banco Mundial ha estado exenta de amenazas a los principios universitarios por parte del organismo financiero internacional y, también, es falso negar que hubo momentos de extrema tensión, en los que las autoridades universitarias estuvieron a punto de levantarse de la mesa por las imposiciones que el Banco intentó hacer.
Por otra parte, también es incorrecto ignorar la capacidad que tuvo el equipo negociador para oponerse a imposiciones latentes, logrando eliminarlas del contrato y en la mayoría de los casos revirtiéndolas, más bien, a favor de las universidades.
Esto no significa que sea momento de confiar en lo pactado y dormirnos en los laureles; por el contrario, es cuando más alerta debemos estar para garantizar el correcto cumplimiento del contrato. No obstante, dejar de aprobar el crédito por la desconfianza, la duda o el temor infundado es la posición más extremista de todas, en razón de que ello implicaría sacrificar muchos proyectos que vienen haciendo cola desde muchos años atrás; además, honestamente, no he escuchado ninguna propuesta mejor por parte de quienes se oponen.
Rechazar este crédito implicaría rechazar la única posibilidad real que hemos tenido, en muchos años, de financiar la construcción del ciclotrón, el cual ayudará en la detección temprana del cáncer, o la creación de un centro para el desarrollo de prótesis para el cuerpo humano.
También quedarían por fuera la apertura de ingenierías novedosas, como sonido, producción y animación digital, la creación de una red de laboratorios para las Sedes Regionales y el laboratorio especializado de mecatrónica, en Tacares y San Ramón.
Tampoco se abriría la carrera de Tecnología de Alimentos en Guanacaste, ni habría edificio para Tecnologías en Salud, Salud Pública y Biología, ni se mejoraría la infraestructura de las residencias estudiantiles o la Escuela de Ciencias del Movimiento Humano, por mencionar solo algunas iniciativas.
La realidad es que el país se encuentra inmerso en una situación fiscal que le dificulta extender el gasto (y más aún de $200 millones) para las universidades públicas. Es por ello que el préstamo del Banco Mundial, siempre y cuando se ejecute correctamente, fortalecerá la inversión de la UCR en proyectos innovadores, cuyo beneficio trasciende la comunidad universitaria y con un fuerte impacto en la sociedad costarricense, fiel al modelo de Universidad que se ha forjado desde los años cuarenta.
No aprovechar este financiamiento podría no ser tan significativo para la UCR, pero sería un acto egoísta con respecto a las otras tres universidades beneficiarias para las cuales $50 millones representaría una gran inversión.
Dejo estos puntos sobre la mesa, con el propósito de abrir un debate más crítico y fundamentado, que ofrezca a la comunidad universitaria y a la sociedad costarricense en general una perspectiva más allá de lo que se ha dicho hasta ahora sobre un tema que requiere un abordaje más visionario e integral.