Resulta llamativo el análisis de Jorge Guardia en su columna del 27 de junio sobre la elección legislativa especial de Georgia. Dejo de lado su interpretación de la derrota demócrata, excesivamente pesimista y autosatisfecha; más bien me interesa su lectura del clima político estadounidense. Don Jorge habla de “una campaña de odio, divisiva, basada en la encarnizada persecución del presidente Trump” con la implicación de que la polarización actual es responsabilidad exclusiva de los demócratas.
Suponer que este clima lo inventaron los demócratas el 10 de noviembre, al día siguiente de la elección presidencial, revela una miopía que no puede ser sino deliberada, y una ignorancia de la historia reciente de la que no quisiera acusar a un respetado columnista.
La elección de Barack Obama en el 2008 fue seguida de una reacción virulenta de los republicanos, que usaron todas las herramientas a su disposición para impedirle llevar a cabo su agenda política. Mitch McConnell, su jefe en el Senado, se rehusó a toda negociación sobre la reforma de salud que emprendió Obama, y no ocultó su intención de convertir el pasaje de esa ley en su Waterloo. McConnell desarrolló estrategias inéditas de obstrucción a lo largo de las dos presidencias de Obama, que culminaron en su negativa a siquiera considerar su candidato para la Corte Suprema.
Esta oposición, mucho más destructiva que la que enfrentó su antecesor, George W. Bush, a menudo parecía tener menos que ver con las políticas planteadas que con la etnicidad del presidente: Obama tuvo que soportar acusaciones constantes, repetidas en Fox News y todo el espectro mediático conservador, de no ser un verdadero estadounidense (o, en esencia, de no ser blanco). Luego de emplear tácticas de tierra arrasada durante ocho años, es casi pueril que ahora los republicanos pidan guantes de seda a sus contrincantes, y no hace falta ser muy sagaz para notar un hedor de hipocresía en quienes hicieron todo lo posible por hundir a Obama, que al margen de sus defectos jamás atacó las reglas básicas de la convivencia democrática como sí lo ha hecho Trump. Es una lástima que don Jorge haga eco de semejantes voces.
Racismo. La primera “contribución” al debate público estadounidense de Trump fue exigir que Obama mostrara su certificado de nacimiento. No hace falta aclarar que ningún presidente anterior debió probar su ciudadanía de ese modo, y que detrás de este reclamo no había otra cosa que racismo.
Más tarde, Trump abrevó en el mismo manantial putrefacto para su primer discurso de campaña, donde acusó a los inmigrantes mexicanos (y por extensión a todos los latinoamericanos, incluyendo a los costarricenses) de ser violadores y narcotraficantes, y prometió un muro absurdo a través de miles de kilómetros de desierto. Su retórica incendiaria y sus mentiras descaradas fueron una constante en la campaña, e incluso amenazó con encarcelar a su contrincante, algo nunca visto en la política estadounidense.
Mientras en la Convención Demócrata Michelle Obama abogaba por no descender a su nivel ( When they go low, we go high ), Trump incitaba a sus seguidores a la violencia contra quienes se atrevían a protestar lo que verdaderamente era una campaña de odio.
Agenda polémica. Don Jorge pide una oportunidad para la agenda de Trump, que incluye “desregular” y “reducir y simplificar impuestos”, dejando de lado todo lo que se oculta bajo esos eufemismos. “Desregular” implica, según la propuesta del líder legislativo Paul Ryan, eliminar la ley Dodd-Frank que se implementó para evitar que se repita la crisis del 2008, mientras que “reducir y simplificar impuestos” significa cortar programas sociales para reducir los impuestos de los más ricos.
Durante la campaña, Trump prometió que no iba a tocar Medicare y Medicaid, pero el proyecto de ley republicano de reforma al sistema de salud (que derogaría Obamacare) hace recortes millonarios al presupuesto de ambos, y según la Oficina de Presupuesto del Congreso (no partidaria) tendría como consecuencia que 14 millones de personas pierdan su seguro médico en el plazo de un año y 22 millones para el 2026.
Este es el presidente que según Fox News y don Jorge es víctima de una campaña de odio: un presidente que miente, difama, discrimina y persigue una agenda legislativa que beneficia al 1% cuando ni siquiera obtuvo el voto popular.
Ignoro cuál es, según don Jorge, la respuesta apropiada ante semejante figura, pero estoy bastante seguro de que no es dejar hacer, dejar pasar.
El autor es traductor y profesor de literatura.