Finalizado el proceso electoral en los Estados Unidos surgen interrogantes sobre las causas de la victoria de Trump y sobre sus futuras decisiones.
El malestar de las clases medias blancas y trabajadoras, la creciente desigualdad, así como la crisis de identidad de la Norteamérica tradicional ( white anglosaxon, protestant ) ante la irrupción de la diversidad étnica generaron una votación blanca en favor del magnate neoyorquino.
Política interna. Son variadas y diversas la explicaciones sobre el resultado electoral. Aparte del sentimiento populista contra la clase política, algunos han enfatizado el carácter movilizador del discurso trumpiano como defensor de los perdedores de la globalización.
Otro factor explicativo proviene de la experiencia previa del triunfador en los espacios de la telerrealidad.
El discurso restaurador de la grandeza nacional jugó un papel en una república imperial que honra las virtudes de sus guerreros.
Una supuesta intervención rusa en la campaña también ha sido utilizada para explicar el resultado, además de las revelaciones de WikiLeaks y las actuaciones del FBI.
El juicio sobre la lenta recuperación económica promovida por el gobierno de Obama y el racismo, estimulado por los elementos supremacistas más radicales, ha sido utilizado para la explicación.
Trump supo movilizar resentimientos, ansiedades e indignación de los olvidados, transformándolos en víctimas y dándoles la falsa esperanza del retorno a un país que abandonó la economía de las chimeneas por la del conocimiento.
Las guerras culturales cumplieron un rol en la disputa de los ciudadanos corrientes con las élites liberales promotoras de la diversidad sexual, el aborto y la separación entre la religión y la política.
Los hombres blancos y los estadounidenses rurales y cristianos afirmaron los valores tradicionales y reivindicaron el supuesto derecho humano a la portación de armas. El sexismo de Trump escandalizó a intelectuales y profesionales, pero no caló en sectores misóginos y machistas.
El papel de la prensa ha sido muy discutido y unos le atribuyen el ascenso inicial de Donald, mientras que otros le cobran la ausencia de un escrutinio más sistemático de su pasado.
Errores demócratas. Clinton pensó que con movilizar el voto minoritario bastaba y descuidó cultivar el voto tradicional de la clase obrera en los estados industriales del noreste ( rust belt ) entregando su electorado a los brazos de la demagogia populista y sin lograr movilizar totalmente el voto minoritario.
Los trabajadores blancos, afectados por salarios poco dinámicos y resentidos por los efectos de la crisis del 2008, retiraron su apoyo al partido demócrata y encontraron seguridad en la promesa de detener la inmigración gracias a la construcción de un muro vergonzoso, así como en la adopción del conservadurismo duro en temas como el aborto y la diversidad sexual.
El votante blanco rural y medio, perdedor de las guerras culturales frente a las élites universitarias, vio en el magnate una recuperación de los valores religiosos y no vaciló en aprovecharse de esta oportunidad para tomar la vía de la restauración de una identidad perdida.
Si bien Clinton ganó en la suma del voto total, lo cierto es que el sistema electoral permitió que el populismo agresivo recolectara más votos electorales.
Las tareas futuras son delicadas y el examen de las difusas promesas de campaña permite vislumbrar la dirección y retos que enfrenta la futura presidencia tanto en política interna como externa.
Dimensiones económicas. En el terreno económico, Trump pretende desarrollar la infraestructura, bajar las tasas de interés y orientarse por la ruta del nacionalismo económico, apartándose de los acuerdos de libre comercio de América del Norte y oponiéndose a los acuerdos Transpacífico y con la Unión Europea.
En el plano fiscal, busca bajar los impuestos con la teoría de que eso reactivará la economía, posición que ha impedido la caída de las bolsas.
En la política criminal se vislumbra un endurecimiento derivado de una campaña en la que Trump se ha definido como el candidato de la ley y el orden, opuesto a las políticas de descriminalización promovidas por el presidente Obama
El futuro nombramiento de un juez de la Corte Suprema hace presumir una Corte más conservadora en los próximos veinte años.
El sistema político. La institucionalidad política surge profundamente transformada con la convergencia en un mismo partido del control sobre el Congreso y el Poder Ejecutivo. Atrás quedan el llamado gobierno dividido y el entrabamiento ( gridlock ).
Los EE.UU. continúan siendo la potencia preponderante, aunque en proceso de adaptación a un sistema multipolar.
El nuevo presidente pareciera embarcado en una dirección aislacionista. Esta tendencia guarda continuidad con la prudencia de la administración Obama que ha resistido la tentación de mayor intervencionismo. Sin embargo, la presencia global de Washington no le permitirá desentenderse del mundo.
El asunto de la OTAN será protagónico, pues Trump pretende cobrarles a sus socios europeos por la protección militar de los EE. UU. frente a las supuestas amenazas de agresividad rusa.
La relación con Rusia sufrirá algunas mejoras, pero la complicada situación Siria no augura entendimientos.
El intento por imponer tarifas de importación a los productos chinos podría agriar las relaciones con Pekín y desatar guerras comerciales, en el marco de una difícil situación en el Mar del Sur de China. Fomentar el desarrollo de armas nucleares en Japón y Corea del Sur, alteraría significativamente la correlación de fuerzas en Asia.
El rechazo trumpiano a las organizaciones multilaterales (ONU) y su denuncia de la convención del cambio climático crearán roces con otros países y con actores no estatales preocupados por la salud del planeta.
La amenaza de retirarse del acuerdo con Irán creará nuevos problemas en el agitado Medio Oriente, pero también con los otros signatarios.
América Latina. Nuestro subcontinente seguirá teniendo una prioridad limitada en el marco de los compromisos globales de los EE. UU., ya que no hay desafíos, ni amenazas urgentes en la región. Sin embargo, México, Cuba, Venezuela y, eventualmente, Nicaragua recibirán atención.
México y la posibilidad de crear barreras tarifarias a sus exportaciones o impuestos a las remesas y la eventual deportación de migrantes crearán fricciones importantes con repercusiones en Iberoamérica.
Cuba enfrentará un probable endurecimiento en sus relaciones con Washington dada la renovada importancia del lobby cubano-americano y las declaraciones agresivas de Trump en las últimas semanas.
Nicaragua deberá afrontar una nueva ley que pretende condicionar los préstamos de los organismos financieros multilaterales a su observancia de los principios democráticos, venidos a menos por la evolución autoritaria del régimen de Ortega.
Tanto en lo interno como en lo externo, el simplismo del discurso populista deberá sufrir el baño de una realidad que transita por lo complejo y no por la visión binaria del blanco y negro.
El autor es politólogo.