Este año ha comenzado un poco complicado, tanto en el mundo como en nuestro pequeño terruño. No porque en estas primeras semanas acontecieran cosas nuevas, especialmente preocupantes. Ni aquí, ni en el mundo. Más bien, porque problemas gestados tiempo atrás siguen sin resolverse, o pueden agudizarse. Y, nuevamente, esto es cierto para “el mundo” como para nuestro país.
No quiero sonar excesivamente pesimista, también hay espacio para el optimismo, siempre y cuando se actúe, o actuemos, como corresponde.
De algún modo, esa es la vida: enfrentar y resolver problemas y desafíos. Tanto en lo personal y familiar, como en lo colectivo.
Primero, como ilustración, y, luego, para sustentar este llamado a acciones prontas, inteligentes, constructivas, prácticas, reviso brevemente nuestra historia reciente, enfatizando retos y acciones de los gobiernos, acompañados por el pueblo.
1982 a 1986. Si partimos de la última gran crisis nacional, iniciada a finales de los años setenta del siglo pasado, vemos que el gobierno de don Luis Alberto Monge debió encarar complejos desafíos económicos y sociales y que, con gran pragmatismo y habilidad, en medio de un contexto centroamericano complicado, enrumbó la nave nacional y dio un fuerte golpe de timón al “modelo de desarrollo”.
Ese cambio le ha permitido al país progresar de modo importante durante más de tres décadas, con obvios altibajos. Además, enfrentó con determinación y mucha creatividad el golpe que significaba, en medio de la compleja situación, la salida de la bananera del Pacífico.
Se atenuó lo que podría haber significado la pérdida de miles de buenos empleos y la desaparición de una actividad que, aún hoy, genera miles de esos buenos empleos e importante volumen de divisas.
1986 a 1990. A don Oscar Arias le correspondió no solo continuar ese cambio, sino poner en marcha muchas de las medidas que se habían acordado, pero estaban sin ejecutar aún; también, inició el amplio programa de construcción de vivienda popular, con un fuerte apoyo financiero e institucional del Estado.
Paralelamente, lideró el proceso para pacificar Centroamérica, lo cual abrió espacios para avanzar en aspectos políticos más democráticos en los otros países, y fue aislando a Costa Rica de los riesgos generados por la guerra interna nicaragüense.
Pudo, además, retomar el desarrollo de ambiciosos planes turísticos, especialmente en Guanacaste, concebidos en el gobierno de don Daniel Oduber e interrumpidos por la crisis. Transmitió un sentido de búsqueda de excelencia en el quehacer nacional. Cerró un magnífico trato de renegociación de deuda pública.
1990 a 1994. El gobierno de don Rafael Ángel Calderón debió enfrentar una situación fiscal compleja, en la que los compromisos de gasto estatales habían crecido y la recaudación de impuestos no respondía a las demandas.
Vivió una crisis con las universidades públicas y, con minoría en la Asamblea Legislativa, debió negociar intensa y creativamente en varias áreas, incluida la fiscal. Continuó con fuerza el impulso al sector turismo y dio nuevo brío al posicionamiento nacional en este campo.
1994 a 1998. Cuando don José María Figueres asumió el poder, la situación fiscal se había agravado nuevamente. Las relaciones con los organismos internacionales, especialmente con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional estaban afectadas por la disputa sobre el PAE III, que había negociado el gobierno anterior y orientado más clara y aceleradamente hacia la privatización y la liberalización.
Con gran realismo, haciendo a un lado viejos rencores, consiguió negociar, primero internamente y luego internacionalmente, para “desencharralar la cancha”, hacer ajustes fiscales, incluida una reforma amplia y profunda de regímenes especiales de pensiones, sobre todo el del magisterio nacional, y la abolición del de los diputados.
Estas profundas reformas trajeron enfrentamientos con sindicatos y gremios, y a la vez le generaron el margen requerido para iniciar cambios y transformaciones ambiciosas y novedosas, como acelerar la construcción y desarrollo de los Ebáis, introducir el inglés en los planes de estudio de primaria, consolidar el despegue turístico del país y, fundamentalmente, atraer a Intel, con lo cual, el país entró en la etapa de desarrollo de clústeres de empresas de alta tecnología, ensanchando las oportunidades de empleo calificado para las nuevas generaciones.
1998 a 2002. La administración Rodríguez Echeverría recibió una reforma fiscal “implícita”, contenida en la ley de creación del Conavi y el sector de obras públicas y transportes, mediante legislación aprobada en el interregno. Esto le ahorró al gobierno de Rodríguez el costo político que habían tenido los cuatro gobiernos anteriores en relación con la cuestión fiscal.
Por otro lado, completó exitosamente la negociación y aprobación de la Ley de Protección al Trabajador, de suma trascendencia, y enfrentó, en parte por errores propios y en parte por una férrea oposición sindical (y popular), las manifestaciones por el llamado Combo del ICE. Dio los primeros pasos en la aplicación de la ley de concesión de obra pública.
2002 a 2006. Don Abel Pacheco autorizó e inició las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos (EE. UU.), pero no culminó la obra, negándose, incluso, a enviarla a consideración de la Asamblea Legislativa.
Quizá su mayor éxito fue dejar una situación fiscal menos aguda, aunque el país perdió tiempo precioso.
2006 a 2010. Le correspondió a don Oscar Arias, en su segunda administración, llevar adelante el proceso de aprobación del TLC con EE. UU. Este difícil reto, como sabemos, hubo de zanjarse mediante referendo del pueblo y consumió la mayor parte del esfuerzo y capital político del gobierno.
No obstante, debe mencionarse también, en esta apretadísima síntesis, el haber retomado con más brío el desarrollo de infraestructura vial, destacando en ello, más allá de las críticas que nunca faltan y quizá válidas en circunstancias distintas, la puesta en marcha de la ruta 27.
2010 a 2014. A la presidenta Laura Chinchilla volvió a tocarle una situación fiscal complicada, dados los compromisos de gasto que habían crecido de modo importante, sin las contrapartidas de ingreso correspondientes. Esto requirió delicadas negociaciones políticas que culminaron en la aprobación de una reforma fiscal que, lamentablemente, fue declarada inconstitucional (por procedimiento) por la Sala IV.
En ese complejo proceso, el PAC se dividió y fue causa importante de retraso e inconvenientes que produjeron la declaratoria de inconstitucionalidad. No obstante, ese gobierno puso en marcha el importante esfuerzo nacional de la red de cuido, negoció exitosamente el nuevo y moderno muelle en el Atlántico, enfrentó con entereza el desafío nicaragüense en isla Portillos e inició el desarrollo (precariamente, dadas circunstancias especiales) de la carretera-trocha en nuestra frontera norte, proyecto con un enorme potencial futuro.
Actualidad. El gobierno presidido por don Luis Guillermo Solís ha tenido logros puntuales en renegociaciones de convenciones colectivas o acuerdos “de hecho” en ciertas instituciones del Estado, para ir acabando con privilegios excesivos (¿pleonasmo?) en algunos regímenes de contratación del sector público.
Ha planteado e iniciado un enfoque más integral y eficiente en el combate a la pobreza, ordenando también las bases de datos en este tema fundamental. Todos deseamos que esto culmine exitosamente.
El gobierno le dio continuidad y culminó exitosamente los juicios planteados por el país en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y ha mostrado éxitos en el manejo de las políticas a cargo del Banco Central.
No obstante, ha sido tardío en transmitir al país la delicada situación fiscal. Tampoco ha logrado culminar, con la participación de directivos de entidades autónomas cuya concurrencia es indispensable, algunos intentos por darles mayor equidad a los regímenes de contratación en el Estado.
Es en estas dos áreas, junto con lo señalado sobre pobreza y el tema de la infraestructura vial especialmente, donde se delinean, en mi opinión, sus retos principales para este año y, con ello, para su legado.
Quizá peque de optimista, pero creo que en el tema fiscal podría la administración lograr un éxito (aunque algo tardío, pero ya eso interesa menos), si hace acopio de algunas de las lecciones de gobiernos anteriores: esfuerzo de convencimiento de los propios, humildad ante los adversarios, aunque deba cambiar de enfoque en algunos aspectos.
Se necesita una propuesta integral y mano firme, pero no inamovible. Está bien negociar nuevos impuestos y, ojalá progresivos, para avanzar en el tema distributivo, que el presidente puso en la palestra. Pero no lo conseguirá sin demostrar eficacia en el control del gasto por vía ejecutiva y legal, que “selle” las hendijas y le dé credibilidad.
Todo esto requiere mucha reflexión interna y, a la vez, celeridad, trabajo de equipo y mucha pericia. El tiempo apremia.
Por el bien de todos, con el liderazgo del gobierno, ojalá veamos pronta y certera acción.
No creo que sea fácil, pero tampoco lo fue en el pasado ni lo será en el futuro.
El autor es economista.