Desde tiempos inmemoriales, griegos, romanos, egipcios y chinos han reconocido el enorme poder medicinal del ajo. Dicen los entendidos que tiene propiedades antioxidantes, antivirales, antibacteriales y otras que ayudan al sistema inmunológico. También, que combate la caída del cabello, el acné, la gripe y otros males, lo cual ayuda a quienes lo consumen a ganar años y calidad de vida.
Yo los planto cerca de unas matas de acanto para alejar las ardillas y lagartijas que en el verano, cuando escasea su comida, los consideran tan apetecibles como la lechuga.
A diferencia de otras medicinas, que se tragan a la fuerza, el ajo bien preparado es sabroso. Por ello, aunque no tuviera otras propiedades, procede utilizarlo.
Un par de restaurantes en California lo usan como su ingrediente básico y en su lema indican que “acompañan con comida a los ajos”, no a la inversa.
Se trata de The Stinking Rose (“La rosa que apesta”) en San Francisco y en Beverly Hills. La dirección de uno y otro lugar no importa, y no es necesario utilizar GPS para encontrarlos, pues literalmente basta con seguir lo que le indique el olfato.
Todos los platos de estos restaurantes están hechos a base de ajo, desde las ensaladas y las sopas, el pan y las pastas, hasta el pollo, el bife, el cordero, los mariscos y el helado que se ordene de postre. Cito los ingredientes de un platillo de pollo: 1 cucharada de mantequilla, 2 de aceite de oliva extra virgen, 4 de romero fresco, sal, pimienta fresca al gusto, 1 taza de harina, 1 taza de vino blanco seco, 4 tazas de consomé de pollo, media taza de crema dulce, 1 kilo de pollo cortado en pedazos y 40 dientes de ajo. Sí, leyó bien, 40 dientes de ajo. A fin de cuentas, como dice la publicidad, la comida es lo que acompaña los ajos.
Valor de la experiencia. Otras recetas, desafortunadamente, son “secretas”, pero nada impide que las personas con pasión culinaria ensayen sus propias combinaciones. “Echando a perder se aprende”, dice el sabio refrán, pero pareciera que en esta materia la única forma de echar a perder es dejando que algún ingrediente (empezando por el ajo) se queme, pues cualquier otro error puede ser enmendado a posteriori. Por tanto, la prevención consiste en no utilizar alta temperatura ni separarse del sartén.
Aparentemente, los beneficios del ajo son muchos y los platos que con él se preparan resultan deliciosos. Se trata de beneficios de los que ciertamente se apropia quien los consume, pero que, si no se tiene cuidado, podrían producir una externalidad negativa, que soportan las personas que han de convivir cerca de él o ella.
No vaya a pensar el lector que en los citados restaurantes se sirven solo platillos con ajos, pues también (a solicitud expresa del cliente) ofrecen otros para lo que ellos llaman “seguidores de Drácula”, cuyo intérprete más popular en el cine (Christopher Lee) recién falleció.
Los citados restaurantes no garantizan que los ajos mantengan alejado de usted, ni de los turcos, al conde de Transilvania, pero sí afirman no tener noticia de cliente alguno que haya sido mordido por él.
Gilroy, un pueblito cerca de San José, California, es la capital del ajo del mundo, famosa por sus festivales culinarios y musicales en el verano boreal. En ellos se degustan variadísimos platillos que incorporan ajos y se premian los mejores. También tienen un concurso de “Miss Garlic”.
Para llegar a Gilroy tampoco se necesita mapa ni GPS, pues –desde muchos kilómetros antes– el olor, cual estrella de Belén, sirve de guía.
(*) El autor es economista