La emergencia causada por el huracán Otto dejó ver un Sistema Nacional de Gestión del Riesgo (SNGR) robusto, fortalecido, maduro y muy eficiente. Sus componentes interactuaron, intercambiaron información y aportaron valiosas ideas que facilitaron la toma de decisiones.
Las instituciones públicas gestionaron el posible riesgo asociado al huracán dentro de ellas mismas, pero también se unieron al esfuerzo nacional para mitigar el impacto del evento. Los Comités Municipales de Emergencias (CME) respondieron, en su mayoría, al llamado y asumieron su función en el manejo de la emergencia.
El sector privado y la sociedad civil también se unieron al esfuerzo para mitigar el impacto del evento. A propósito de la participación de la ciudadanía en la gestión de la emergencia en cuestión, el día 23 de noviembre, cuando el huracán aún estaba estacionado en el Caribe, una ciudadana de Puntarenas comunicó: “Habilitamos el salón comunal de San Miguel por cualquier cosa y la quinta del hermano de mi cuñada aquí mismo”.
Otra evidencia importante del fortalecimiento del SNGR es que, a diferencia de otras veces, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) pudo continuar con otras actividades aun durante la emergencia generada por Otto.
Esta vez no se interrumpieron actividades previamente programadas, como el taller Alianzas Público–Privadas para la Gestión del Riesgo, que se llevó a cabo el 23 de noviembre y fue organizado por la Unidad de Desarrollo Estratégico de la CNE.
Esto refleja un alto nivel de organización del SNGR y, probablemente, adecuados ajustes estructurales dentro de la CNE. Los resultados también parecen reflejar un valioso e importante trabajo en la concienciación, integración y cohesión de las partes del Sistema.
Espacio para mejorar. El desempeño del SNGR es alentador, pero puede y debe mejorar. Tiene que seguir progresando y, para ello, una buena estrategia sería recurrir a la división y descentralización del trabajo.
Como parte de esa táctica, la CNE debe seguir apoyando, capacitando y orientando con mayor brío a los Comités Municipales de Emergencias para descentralizar la gestión y hacer de los comités verdaderos pilares de la gestión local de riesgo; es decir, órganos sumamente eficientes y comprometidos con el manejo de los riesgos de los cantones. Eso equivaldría a tener no una CNE sino 82, una central coordinadora y 81 locales.
De igual manera, los alcaldes coordinadores de los CME deben formar y preparar Comités Distritales de Emergencia (CDE) en sus cantones, para que el peso de la gestión no recaiga en un solo grupo local sino en tantos grupos como distritos tenga un cantón.
De esa forma, el volumen del trabajo sería distribuido en varios grupos y muchas personas y, por ende, la carga sería mucho más liviana.
Si todos los CME del país gestionaran eficientemente los riesgos de su territorio y si en todos los distritos del país existieran eficientes Comités Distritales de Emergencias, Costa Rica tendría 563 agrupaciones de primer orden haciendo el manejo de los riesgos (CNE central, 81 CME y 481 CDE) y más de 8.000 personas directamente involucradas en la gestión de riesgos. Aun sin esas mejoras, nuestro SNGR está volando no como hoja sino como ave, con rumbo.
El autor es geólogo.