Nos hemos acostumbrado a vincular la seguridad ciudadana con las malas noticias, sobre todo a partir de la década de los años 90 en que la violencia se incrementó de manera progresiva en nuestro país. Durante los últimos años, ha sido frecuente escuchar manifestaciones de alarma y de impotencia frente a este fenómeno en los medios de comunicación.
Tanto significado ha alcanzado esta discusión que la (in)seguridad ciudadana fue el tema del Informe sobre Costa Rica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, año 2005, con el sugestivo título “Venciendo el Temor”. Y fue también uno de los temas más importantes de las más recientes elecciones nacionales así como vanguardia programática del actual Gobierno.
Disminuye la victimización. Por este motivo, la presentación del informe sobre “La Victimización en Costa Rica”, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en asocio con el PNUD y el Fondo España para el Logro de los Objetivos del Milenio, ha puesto sobre la mesa un dato que no se puede pasar por alto: la victimización en Costa Rica ha disminuido.
Por la seriedad de la fuente (Encuesta Nacional de Hogares 2010) los datos merecen una cuidadosa reflexión. Como resulta harto conocido, el modo de medir la victimización consiste en preguntar a las personas si alguno de los miembros de la familia ha sido víctima de un delito durante el último año. La respuesta a esta pregunta, en el año 1992, indicaba que el 10,5% de los hogares costarricenses reportaban que alguno de los miembros de la familia había padecido un delito. Con el alza de la violencia, para el año 2008, el porcentaje se incrementó al 28%. Sin embargo, y esto es interesante, la respuesta a la misma pregunta, en el año 2010, muestra un descenso al 20.2%.
El informe nos advierte que no podemos echar las campanas al vuelo y anunciar una disminución del 8% de la victimización por cuanto los cambios metodológicos entre las distintas encuestas no permiten una comparación mecánica, pero se trata de una cifra significativa y no podemos ignorarla.
Un modo de asegurar si estamos tras una buena pista consiste en comparar la tendencia a la baja de la victimización con otros indicadores de violencia. El indicador clásico, en este campo, es la llamada tasa de homicidios, representada como el número de homicidios que se dan anualmente en una sociedad por cada cien mil habitantes. Así, p. ej., en una sociedad de un millón de habitantes en la que se dan 10 homicidios un año determinado, la tasa sería 1 por 100.000. Este indicador goza de cierto prestigio porque se dice que la cifra negra (delitos no registrados) es mínima, porque es muy difícil ocultar los cadáveres.
En nuestro país la década de incremento de la violencia (años 90) generó un incremento significativo de la tasa de homicidios que era de 4,8 por 100.000 en el año 90 y llegó a ser de 11,1 por 100.000 en el año 2008. Esta tasa subió levemente (11,4) en el año 2009, pero –y esto es lo importante– empezó a descender a 11,2 en el año 2010 (datos del Poder Judicial –Departamento de Estadística– citados en el mismo informe de INEC) y a poco más de 10 en el año 2011. Este indicador muestra el mismo horizonte de la Encuesta de Hogares 2010: la violencia está descendiendo. Y lo mismo el delito de robos, que tuvo una disminución sensible en el 2010, y tenemos motivos para sospechar que tal disminución podría relacionarse con la aplicación de ciertas políticas sociales, aunque esto es una afirmación algo aventurada todavía.
Retos. Frente a esta realidad, debemos pensar cuáles han sido las cosas que hemos hecho bien y multiplicarlas. Desde mi punto de vista, lo mejor que se ha hecho es instalar un discurso de fortalecimiento de “tejido social”, con muchas voces y con muchas voluntades, tanto del Estado como de la sociedad civil, trabajando en unir esfuerzos para vencer el miedo.
Un reto concreto para terminar este artículo: ¿Por qué no ponerse como meta este 2012 bajar la tasa de homicidios a menos de 10 por 100.000 habitantes? ¿Quieren todos los partidos políticos “apuntarse” en esta noble tarea? Un camino: aprobemos una reforma sensata a la ley de armas.
Gonzalo Elizondo Coordinador Nacional del programa Redes de Convivencia para Comunidades sin Miedo